Para Roberto Vitlloch, director de la Oficina del Conservador de la Ciudad Monumento Nacional, la zona histórica con sus palacetes, techos, grandes portones, verjas y portales la convierten en una postal al natural.
En conversación con Prensa Latina, explicó que la arquitectura colonial está representada por el empleo de columnas, mediopuntos -arcadas-, vitrales, altas puertas y ventanas, rejas y otros elementos utilitarios presentes en las edificaciones espirituanas.
Es de notar, apuntó, que las paredes de las casas y comercios dependían una de la otra, al igual que los patios y aposentos exteriores, fue una especie de protección ante ataques de corsarios y piratas y de naciones extranjeras.
El poder económico de españoles y nacionales tenía como preferencia el escoger para sus residencias los alrededores de parques, fuentes, plazas, glorietas y otros espacios junto a centros religiosos, añadió el especialista.
Nuestro cometido, afirmó, es ser protagonista en la comunidad, a partir de la inserción de modelos de gestión novedosos que garanticen el desarrollo integral.
El trabajo de los especialistas de la Oficina es actuar para incorporar al entorno tradicional áreas con una impronta que aporten a las riquezas de la zona colonial, agregó.
Para María Antonieta Jiménez (Ñeñeca), Historiadora de la Ciudad, el toque más distintivo en la villa es observar desde cualquier altura un mar de tejas rojas, una alfombra de barro que cubre la zona histórica.
Esa apreciación la tuvo este redactor cuando subió los casi 90 escalones hasta el campanario de la Parroquial Mayor del Espíritu Santo, y contempló el hermoso panorama de los techos de tejas acanaladas que rodean al templo.
La ensayista no deja un día de recorrer las callejuelas y boquetes empedrados, ir al encuentro de las grandes mansiones del siglo XIX y casas más humildes, regalo dejado por ancestros constructores, la mayoría locales que aprendieron el arte de las herramientas y el diseño de los españoles.
Estas singularidades de las edificaciones espirituanas las hacen únicas de la etapa colonial en el país, son una joya que al paso del tiempo se han adecuado a las transformaciones de la propia sociedad, explicó.
A la vista de los locales y turistas en el centro histórico de la cuarta villa fundada por el conquistador Diego Velázquez y declarado en 1978 Monumento Nacional está su valor histórico, artístico, ambiental y natural, acotó.
Para los estudiosos de la historia, detrás de cada plano arquitectónico de las localidades patrimoniales de la isla había un sentido colonial que representaba la clase dominante y el renacer e intereses de criollos con relevante poder económico.
En su estructura social las edificaciones religiosas tuvieron importancia relevante en el desarrollo urbano en Sancti Spíritus con numerosos templos, seminarios, escuelas y capillas construidos bajo el apremio de la iglesia católica
Tanto para el Conservador como para la Historiadora el trabajo sistemático y coherente es la clave para que con el paso del tiempo no se borren las joyas del pasado y resulta necesario ganar en cultura patrimonial como herramienta vital para desterrar violaciones y laceraciones al entorno.
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