Escudriñar en la historia de la tercera ciudad fundada en 1514 por los españoles en el centro sur de Cuba, es viajar en el tiempo y conocer una de las villas mejor conservadas de América.
Los trinitarios, al decir de Tania Gutiérrez, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular, aman los lugares desafiantes de los siglos, con trabajos para su conservación a la vez que elevan la calidad de vida en más proyectos comunales.
Mantener esa belleza arquitectónica, con un pasado de leyendas y realidades son propósitos permanentes que se basan en las riquezas naturales -entre montañas, valles y el mar del sur- para el desarrollo turístico.
Caminar por su zona histórica sobre calles de piedra de disímiles tamaños y colores es adentrarnos en sus historias y leyendas, algunas poco conocidas y otras aún por develar.
En la actualidad, la Plaza Mayor, donde la real opulencia edificó majestuosas mansiones, mantiene las características y colorido con la que fue creada a mediados del siglo XIX.
Como parte de la estrategia constructiva de los conquistadores en ese sitio, edificado de 1817 a 1892, sobresale la Iglesia de la Santísima Trinidad, con sus características de antaño y una mezcla de estilos el neoclásico, el griego y tendencias locales.
Los especialistas la consideran una de las mayores catedrales católicas de Cuba con sus cinco naves, dentro de las cuales refulge el arte doctrinario, en especial, la túnica que cubre la imagen de Cristo bordada en oro, donada por la reina Isabel II.
En su torre principal, al centro de la entrada, permanecen tres campanas llamadas Santísima Trinidad, Mayor y Nuestra Señora de la Consolación.
En una entrevista con Prensa Latina, el historiador de Trinidad, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara (1926-2009) afirmó que la villa, Museo del Caribe, era un modelo digno de la arquitectura popular cubana del siglo XIX por sus conservados vestigios de los siglos XVII y XVIII.
Desde esa plaza, la segunda en importancia en Cuba, después de la Catedral de La Habana, el sabio alemán Alejandro de Humboldt (1769-1859) en marzo de 1801 observó la apacible vida de los locales, era el centro del esplendor de las clases más pudientes, añadió el historiador.
Fue un lugar de convenios y festejos solariegos, protestantes, cristianos y de la cultura afro. En este lugar, el conquistador Hernán Cortés organizó y preparó su expedición para la conquista de México.
Como nota destacada está la presencia del francés José Giroud, quien forjó en el siglo XIX las campanas para el Convento San Francisco de Asís y aportó a la colocada en la Parroquial Mayor de la cuarta villa de Cuba, Sancti Spíritus.
En el Valle de los Ingenios, también Patrimonio Cultural de la Humanidad, aparece el desarrollo azucarero, el emporio de riquezas de los siglos XVIII y XIX, surgido del sudor, el látigo y la mano esclava, que llevaron a vivir en la opulencia a hacendados españoles y nacionales.
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