Sin embargo, están pendientes los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que, en opinión de analistas, deben concretarse.
En entrevista con Prensa Latina vía Internet, el académico Jairo Estrada aseguró que la paz completa es un imperativo ético y político para el pueblo colombiano. ‘Es muy difícil transitar el camino de la paz cuando persiste la confrontación armada con otras organizaciones rebeldes, en especial con el ELN, y cuando se mantiene el accionar de diversas estructuras paramilitares de contrainsurgencia y criminalidad común’, subrayó.
En su opinión, no hay alternativa distinta a la búsqueda de la paz, por una parte, de una solución política negociada con quienes se encuentran en rebelión armada.
Por la otra, del sometimiento a la justicia estatal de quienes lideran las señaladas estructuras criminales para propiciar su desmantelamiento definitivo, lo cual supone ajustes en la política criminal del Estado para el logro de ese propósito, añadió.
‘No hacerlo es condenar a la sociedad colombiana a una prolongación indefinida de la guerra y la violencia. El gobierno de Iván Duque no comparte sin duda esta apreciación. Su empeño está preso de la insistencia en una derrota militar, que no se ve por dónde pueda llegar. Y su tiempo se le agota’, alertó.
Estrada, analista político y profesor universitario, asevera que para la historia va a quedar un gobierno que recibió un Acuerdo de Paz firmado y en la fase temprana de la implementación, y una mesa de conversaciones con el ELN, el cual además de haber concretado una agenda, estaba muy cerca del logro de un cese bilateral del fuego y de hostilidades.
También se supo sobre los acercamientos y avances del gobierno de Santos para el sometimiento a la justicia estatal de las estructuras criminales, agregó. Es decir, el país parecía encauzarse por el camino de la paz completa. Todo ese acumulado se despreció de un tajo, enfatizó.
‘Con lo que nos encontramos ahora es con un proceso de implementación del Acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias-Ejército del Pueblo (FARC-EP) que exhibe los rasgos ya señalados, y un proceso de conversaciones con el ELN roto y sin perspectiva cercana de ser retomado.
‘En general, con un país en el que la violencia y la guerra se acentúan nuevamente y cuyas noticias cubren buena parte del espectro de la información y la comunicación’, agregó.
Además, se ha impuesto un bloqueo constitucional para la eventualidad de retomar la senda de la solución, al desconocerse de facto la naturaleza política de las organizaciones que persisten en la rebelión armada y pretender darles un tratamiento de criminalidad común nada ajustado a las realidades.
Como si fuera poco, se bota al mar la llave que abría las puertas del acompañamiento internacional al poner en entredicho la figura de ‘país garante’, muy útil en los procesos en los que se busca la solución de conflictos armados internos.
El tratamiento dado a Cuba es además de desagradecido, infame, manifestó el experto y recalcó que los propósitos de construcción de paz en Colombia han estado acompañados por La Habana prácticamente desde sus inicios.
El libro de Fidel Castro, ‘La paz en Colombia’, publicado en 2008, revela diferentes momentos del acompañamiento cubano siempre a petición del Estado colombiano, y atendidos con independencia de la naturaleza política de los gobiernos que lo solicitaron, recordó Estrada.
El proceso de diálogos y negociaciones que condujo a la firma del Acuerdo de paz celebrado con las FARC-EP no hubiera sido posible sin el concurso de Cuba. Desde luego, sin desconocer el rol más que preponderante de Venezuela para contribuir a desatar e impulsar sobre todo en su inicio las conversaciones y en igual sentido se puede hablar del papel del Reino de Noruega, aseguró.
Pero lo de Cuba es más que excepcional: prestó su territorio, albergó a las delegaciones del gobierno y la guerrilla, les brindó las mejores condiciones en medio de las limitaciones consabidas para que las conversaciones se adelantaran de la mejor manera posible, destacó.
Sobre todo, acotó, ha hecho lo que le corresponde a un garante: contribuir a la construcción de confianza entre las partes, aportar en la búsqueda de acercamientos y velar porque los avances en lo acordado sean respetados.
Un papel similar se ha llevado a cabo en la condición de garante de la implementación. Siempre atendiendo las reglas de la neutralidad, la confidencialidad y de una diplomacia con un propósito de Estado, el contribuir a hacer de Nuestra América una zona de paz, como proclamó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en 2014, rememoró.
En el mismo sentido se procedió a posibilitar el inicio de las conversaciones con el ELN que, como es sabido, se trasladaron a Cuba por petición expresa del gobierno de Juan Manuel Santos, dijo al referirse al proceso que debía ocurrir en Ecuador, pero el gobierno saliente de Lenín Moreno lo descartó.
A esa labor, silenciosa y discreta, sin la pretensión de extraer réditos, el gobierno de Duque ha respondido de manera infame, guiado por cálculos políticos inscritos dentro de las estrategias de profundización del bloqueo económico, comercial y financiero, que en su momento promovió el gobierno de Donald Trump (2017-2021), comentó.
A los lamentables y luctuosos hechos de la Escuela de Policía General Santander en Bogotá, provocados por el atentado de un comando del ELN, le siguió la insólita petición del gobierno colombiano -en la que hoy se sigue insistiendo- de violar los protocolos acordados por el Estado y la guerrilla para el evento de una ruptura de las conversaciones, exigiendo la extradición de los integrantes de la delegación de paz del ELN, detalló.
Resaltó que la postura cubana de respetar lo acordado y de lo que fue garante, es acompañada por el otro país garante, Noruega, que recientemente a través de su embajador en Colombia declaró:
‘Cuba ha sido muy clara en que hay que honrar los protocolos firmados por las partes. Noruega, al igual que otros países, comparte plenamente esa posición, que está basada en el derecho internacional’.
La negativa de Cuba a la petición de extradición fue utilizada por altos funcionarios del gobierno de Duque para hacer gestiones a fin de que los Estados Unidos incluyeran a Cuba dentro de los países que no colaboran en la lucha contra el terrorismo, como en efecto ocurrió, reseñó.
La misma razón, dijo, serviría como argumento para incluir a Cuba en la lista de países que patrocinan al terrorismo, anunciada por el secretario de Estado Mike Pompeo en enero de 2021, a pocos días del fin del período presidencial de Donald Trump.
‘A la labor de Cuba de contribuir a la paz de Colombia, el gobierno de Duque respondió -reitero- con la infamia. Sus funcionarios recibieron con beneplácito el daño causado’, recapituló.
El Alto Comisionado de Paz, Miguel Ceballos, declaró en su momento que se trataba de un espaldarazo a la política exterior del gobierno de Duque. En eso no puede quedar duda alguna, indicó.
Según el analista, la derecha más recalcitrante sigue pensando que acentuar las sanciones contra Cuba puede producir un ablandamiento y una asfixia de lo que llama la ‘dictadura castrista’.
‘Llevan casi seis décadas en ese empeño y no han podido doblegar la dignidad y la soberanía del pueblo cubano. En funcionarios públicos mediocres, esa labor de zapa se comprende como una forma de adquirir reconocimiento y ascender. Sin duda es una tarea vergonzosa que recibirá el merecido dictamen de la historia’, aseguró Estrada.
Consideró que el cambio de gobierno en los Estados Unidos, sin que represente una modificación sustancial de la tendencia, ya empieza a producir alguna descolocación. ‘El problema de los peones de brega, por serlo, es que siempre les toca ajustarse a los dictámenes de quien dirige la cuadrilla’, agregó.
Llamó la atención sobre una estrategia en curso que busca enrarecer aún más el ambiente, y en la cual no es descartable que se haga el armazón para justificar una ruptura de las relaciones diplomáticas con Cuba.
En el contexto de la campaña electoral que se avecina, las fuerzas de derecha seguirán en su empeño de mostrar a Cuba, más que como un garante de la paz, como un país que mueve los hilos de la avanzada ‘castrochavista’ en Nuestra América que es preciso detener, explicó.
El temor por la perspectiva de un avance democrático en Colombia incremente la agresividad, advirtió.
‘No obstante, es necesario señalar que en los más amplios sectores de la sociedad colombiana, en el campo progresista, democrático y popular, en los movimientos y organizaciones sociales, en los pueblos étnicos, y en general en las clases subalternas, lo que hay frente a Cuba y su pueblo es agradecimiento inconmensurable por la solidaridad sin límites. Y el rechazo frente la ignominia’, concluyó.
arb/otf
(*) Periodista de la Redacción Sudamérica de Prensa Latina