La soberanía se materializó seis años después de declararse la autonomía y tras un referéndum en el cual más del 98 por ciento del electorado votó por la separación de la región meridional de la composición de Sudán, aunque persistieron algunas diferencias con Jartum que dificultaron las relaciones entre ambos países.
En estos 10 años las instituciones continuaronn siendo frágiles y falta consolidarlas, lo cual principalmente se debe a la guerra desatada en 2013, cuando el presidente, Salva Kiir Mayardit, acusó al primer vicepresidente, Riek Machar Teny, de intentar derrocarlo mediante un golpe de Estado, todo eso puso en crisis la unidad del Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM) y, de hecho, la integridad nacional.
No obstante en 2018 las partes en conflicto acordaron la paz y un reordenamiento institucional que incluyó la distribución de la autoridad en diversos niveles, una recomposición en cuanto a las jurisdicciones y concretar el establecimiento de unas fuerzas armadas conjuntas con la inclución de los exrivales.
Concluido el conflicto, que causó unos 400 mil muertos y cerca de 2,2 millones de desplazados y en el cual participaron decenas de grupos armados alineados con Kiir y Machar, el país cayó en una grave crisis humanitaria heredada de la contienda.
En marzo de 2018 se firmó el pacto de paz para permitir la creación de un Gobierno de unidad, pero la lentitud marcó la aplicación de las restantes cláusulas: la reunificación del Ejército uno de los principales puntos pendientes.
Asimismo, empeoró el desajuste socioeconómico, expresado entre otros aspectos con la suspensión oficial de los festejos por la fecha, luego de que en 2020 se anularon por la pandemia de la Covid-19.
Según diversas fuentes humanitarias, 8,3 millones de personas, cerca de dos tercios de la población sursudanesa, necesita ayuda humanitaria, y más de la mitad de los afectados, 4,5 millones, son niños, indicó un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), al considerar que: ‘Sudán del Sur es una de las peores crisis humanitarias del mundo y la más olvidada’.
El país sufre violencia, hambruna y una difícil situación económica empeorada por una inflación galopante, que algunos observadores identifican como la pesadilla después del sueño de la independencia.
Por su parte, el director del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en este país, Matthew Hollingworth, precisó que más de 7,2 millones de personas, alrededor del 60 por ciento de la población, sufren inseguridad alimentaria aguda y 108 mil ciudadanos enfrentan amenaza de hambruna.
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