La película de la joven realizadora debutó en el certamen cinematográfico de Cuba, tras conquitar la Mención Especial del Jurado de la sección Generation Kplus de la Berlinale 2020 (Alemania).
Después, varias citas de la industria fílmica internacional la incluyeron en su selección por tratarse de una íntima y delicada obra audiovisual, que acude al llamado cine sensorial para conectar con el espectador.
La crítica la clasifica como una cinta sin grandes revelaciones, pero no por esto deja de reconocer el entramado de códigos que teje en un «universo pequeño y cerrado», donde se analizan inseguridades, relaciones y códigos a través de su argumento.
Un relato feminista sin demasiadas luces consideran algunos, en tanto otros encuentran en esa narración sencilla y profunda la valía de una produccion modesta y austera que ahonda en escenarios contradictorios y difíciles de las mujeres, la pubertad y la pérdida de un ser querido.
El filme, en unos 65 minutos, presenta la historia de una niña de 12 años llamada Cleo, quien debe lidiar con la muerte de su hermana, los trágicos recuerdos de ese suceso y las secuelas que dejó en su madre, mientras vive su cotidianidad rodeada de tía y primas.
La primera menstruación, el pensamiento del primer beso, juegos, traumas, miedos y sueños se hilvanan en el guion de Berruezo Pichon-Rivière, que refleja el paso de la adolescencia hacia la madurez de un personaje encerrado en sus conflictos existenciales.
El debut de la cineasta argentina forma parte de las 163 películas que conforman la segunda dosis del Festival de La Habana, de las cuales 62 tienen el sello de mujeres y cuatro aspiran a un Coral en el apartado de Óperas Primas.
mem/yrv