El Gobierno del republicano Dwight Eisenhower (1953-1961) dejaba así una carga pesada al demócrata John F. Kennedy (1961-1963), quien debió emprender su camino al frente de la Casa Blanca mientras asumía planes que pretendían derrocar a la naciente Revolución cubana y a su líder, Fidel Castro.
Más de seis décadas después y en un contexto distinto, otro republicano dejó el escenario de las relaciones entre Washington y La Habana bastante complicado para su sucesor demócrata. La senda de colaboración mutua abierta con el restablecimiento de los vínculos diplomáticos en 2015, se vio interrumpida durante la administración de Donald Trump (2017-2021), quien además de aplicar con todo rigor el bloqueo económico, comercial y financiero contra la isla, aprobó otras 243 medidas coercitivas.
Dichas disposiciones tienen el propósito de ampliar y profundizar la política de asfixia económica y persecución a los recursos financieros de la nación caribeña, una herencia que llegó a manos del actual mandatario, Joseph Biden, y quien salvo ligeros ajustes ha continuado con su implementación.
El pasado 29 de diciembre el canciller cubano, Bruno Rodríguez, denunció que Estados Unidos mantiene la política de máxima presión iniciada por Trump, la cual incluye la estimulación de acciones desestabilizadoras y operaciones de desinformación, para intentar culpar a Cuba por el impacto de las medidas “inhumanas y de abuso” adoptadas por la Casa Blanca.
La inclusión arbitraria de la isla en la lista de Estados que supuestamente patrocinan el terrorismo, con su consecuente expresión en las dificultades para la realización de transacciones financieras y comerciales, así como las posibilidades de pagos y créditos, es una muestra de la hostilidad estadounidense y el daño que esta provoca a las familias cubanas.
Sin embargo, como apuntó Rodríguez, la actuación de Washington recibe el rechazo de la comunidad internacional, que el pasado noviembre votó por trigésima ocasión consecutiva a favor de la eliminación del bloqueo.
Ante dicho llamado, más saludable sería dejar atrás el 3 de enero de 1961 y volver la mirada a los acuerdos y memorandos firmados a partir de 2015, que permitían un entendimiento diplomático respetuoso y civilizado, e involucraron a sectores de la ciencia, medio ambiente y cultura.
Cuba y Estados Unidos, además de vecinos geográficos, tienen lazos históricos y culturales, así como intereses comunes, por lo que una relación basada en el respeto y la cooperación abre enormes posibilidades de avanzar en múltiples ámbitos.
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