Pero el término, al menos al calor de las investigaciones, los descubrimientos arqueológicos y el aporte de la academia, no es científicamente ajustado.
“Es un mito instalado y que de cierta forma nos define en el contexto latinoamericano bajo la consigna de la garra charrúa y la tradición uruguaya, aunque no coincide con la realidad de los acontecimientos”.
La opinión es del historiador Jorge Céspedes, investigador del patrimonio aborigen y director general de Cultura del departamento de Maldonado, al este de esta capital.
En entrevista exclusiva con Prensa Latina explicó que las pesquisas de los últimos años indican que era otro el grupo humano más representativo que poblaba estas tierras antes de la llegada de los conquistadores europeos.
Si bien existía un conjunto de pueblos denominados genéricamente como charrúas y que se desplazaban desde lo que es hoy la provincia de Entre Ríos, en la Mesopotamia argentina, cruzaban el río Uruguay y avanzaban sobre el territorio uruguayo, pero era minoritario frente a la presencia de otro mucho más numeroso: los guenoa-minuanes.
Son estos, subraya, quienes en realidad representan, desde el punto de vista antropológico, la nación aborigen más importante en el territorio uruguayo y se establecía desde el litoral del rio Uruguay, departamento de Santos hacia el sur, después en la cuenca del Rio de la Plata, y luego en la costa atlántica, los actuales departamentos de Maldonado y Rocha y hasta el estado brasileño de Río Grande del Sur.
Tenían la estructura jerárquica para ejercer un liderazgo, porque existía un cacique que regulaba las relaciones de intercambio, de convivencia dentro del grupo. Se trata, argumenta, de una pequeña estructura social con ciertas divisiones del trabajo, que regulaba los desplazamientos en función de la búsqueda de alimentos.
Y concluye el historiador: tal vez habría que empezar a analizar si en vez de hablar de la garra charrúa, lo más exacto y justo sería referir la garra guenoa-minuanes.
RESISTENCIA A LA CONQUISTA
En el siglo XVI, el territorio que hoy ocupa Uruguay no presentaba atractivos para los conquistadores. “Los españoles no habían puesto sus ojos e intereses en esta margen del río Uruguay, una llanura semidesértica desde el punto poblacional, apenas animales aborígenes y ausencia de metales.
Mi entrevistado enfatiza que eso cambia con la introducción de la ganadería desde Paraguay y Argentina. El ganado se multiplicó libremente y cuando tuvo importancia comercial (el cuero) es que los españoles cruzan el Río de la Plata desde Buenos Aires y los portugueses hacen lo mismo.
Todo el conocimiento que tenemos de aquella época, lo da la actividad de los jesuitas desde el hoy Paraguay con campañas extractivas de arreo de ganado, apunta.
“Los jesuitas y los indios guaraníes de sus misiones que les acompañaban fueron los que identificaron y nombraron a todos los accidentes geográficos del territorio, de ahí que nuestra toponimia se conserven muchos elementos identificadores con lengua guaraní”.
La creciente actividad ganadera, que demanda mayor territorio, exacerba los conflictos cada vez más violentos con los pueblos aborígenes. Un momento de implosión ocurre a partir de que los portugueses fundan el primer asentamiento importante europeo, la actual ciudad Colonia de Sacramento.
Los enfrentamientos se multiplican con el proceso fundacional de Montevideo y la presencia creciente española en estas tierras, y se saldan incluso con la llamada “guerra charrúa”, episodio de resistencia y también de genocidio.
PUEBLOS ABORÍGENES CON ARTIGAS
Para el profesor Céspedes la “Revolución Oriental es uno de los pocos ejemplos, junto con el de México, donde la población aborigen se incorpora como elemento muy importante en el proceso de búsqueda de la independencia”.
Junto a José Gervasio Artigas hay charrúas, guaraníes, guenoas, entre otros.
La presencia indígena acompaña a campesinos, gauchos, pequeños productores, los negros que habían escapado de la esclavitud, “los más desposeídos”, fundamentales para el pensamiento artiguista.
En el apogeo de su liderazgo, en 1815, el “protector de pueblos libres” establece una enorme demarcación para que los pueblos aborígenes dominaran su territorio, en coordinación con la revolución.
El exilio y ostracismo de Artigas en Paraguay siguió después a las campañas de exterminio de los grupos originarios. Cuatro de sus sobrevivientes (se les conoce como “los últimos charrúas”) fueron enviados a París para ser mostrados como “fenómenos raros”, entre ellos el cacique Vaimaca Pirú, quien acompañó a José Artigas en sus luchas independentistas.
POCA HERENCIA
La población actual del Uruguay es la que tiene menor presencia de elementos aborígenes en su composición genética si la comparamos con el resto de otras poblaciones latinoamericanas.
Es una realidad que consigna el historiador Jorge Céspedes y añade que resulta una presencia muy minoritaria para poder identificar a descendientes de charrúas, guenoas, yaros, guaraníes y otros.
Lamenta, además, que no quedó gran herencia cultural salvo algunas voces que hoy forman parte del manejo cotidiano.
Sobre todo en accidentes geográficos hay vocablos guaraníes, pero muy pocos guenoa minuanes, salvo nombres de caciques importantes como Carapé, que nombra una serranía en Maldonado y Casupá, como se denomina una localidad en el departamento de Florida.
Para el investigador resulta encomiable que en su país una ley establezca el Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena, que se conmemora cada 11 de abril.
Sin embargo, acota: en mi opinión personal se cometió un error al insistir en los charrúas y obviar al grupo aborigen más importante, los guenoa minuanes. Lo correcto sería evocar a la identidad indígena, y correr el velo del olvido que durante muchos años obvió a nuestros pueblos originarios.
*Corresponsal jefe de Prensa Latina en Uruguay
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