Aunque la conocida anécdota griega se refiere más que nada a los peligros del poder, la definición de la Real Academia Española para el término es en realidad «amenaza persistente de un peligro», lo cual refleja en toda su extensión la situación que vive esa región y lo que implica para sus habitantes el déficit de alimentos.
La crisis económica provocada por la pandemia de la Covid-19, los eventos meteorológicos extremos agravados por el cambio climático, conflictos, guerras internas y la operación militar de Rusia en Ucrania, califican para los expertos como las principales causas de la inseguridad alimentaria en las naciones del continente.
CRISIS ALIMENTARIA
Cifras escalofriantes muestran la realidad de la actual crisis alimentaria mundial derivada de la subida sin precedentes del precio de los alimentos, especialmente los básicos, combinada con las malas cosechas y la disminución de las reservas.
De acuerdo con el último Informe Mundial Sobre Crisis Alimentarias, en el Cuerno de África la sequía multiestacional devastó los medios de subsistencia del pastoreo y la agricultura; alrededor de 31,8 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente en Etiopía, Kenya y Somalia.
En 14 países de África Occidental, casi 41 millones de personas viven una situación de crisis o peor, mientras en África Central y Meridional se esperan aumentos de dos dígitos en las poblaciones que enfrentan las tres fases más altas de inseguridad alimentaria: Madagascar, Malawi y la República Unida de Tanzania.
Por otro lado, las necesidades en Angola, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Mozambique, Namibia, Zambia y Zimbabwe siguen siendo elevadas, de acuerdo con el informe.
En Benín, Costa de Marfil, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Liberia, Sierra Leona y Togo, un reporte de las agencias de la ONU reveló un aumento del 20 por ciento en los indicadores en el último trimestre de 2022, en comparación con el mismo período de 2021.
En tanto, la vasta zona del Sahel que se extiende de oeste a este, está “al borde de una catástrofe en toda regla”, alertó a finales del pasado año el coordinador subregional de la FAO para África Occidental, Robert Guei.
“La perspectiva de la seguridad alimentaria y nutricional para 2023 es extremadamente preocupante y esta debería ser la última llamada de atención para los gobiernos y sus socios”, alertó en diciembre el director regional del Programa Mundial de Alimentos para la región, Chris Nikoi.
INFANCIA CERCENADA
Cifras conservadoras de las Naciones Unidas y la ONG Save the Children calculan que al menos 262 mil 500 niños menores de cinco años murieron hasta 2021 por casos no tratados de desnutrición aguda severa en Somalia, Burundi, Etiopía, Kenya, Ruanda, Sudán del Sur, Sudán y Uganda.
Más de 1,4 millones de infantes podrían morir de hambre en Sudán del Sur, Somalia, Nigeria y Yemen, este último marcado por una guerra civil donde 7,7 millones de niños se enfrentan a una situación de inseguridad alimentaria, 1,3 millones sufren desnutrición severa y miles perecen a causa de enfermedades evitables.
Ante la crisis de hambre sin precedentes, seis organizaciones no gubernamentales dedicadas a la protección de la infancia exhortaron a la comunidad internacional a atender las consecuencias devastadoras en la salud, la nutrición, la educación, la protección y la supervivencia de los menores.
Advirtieron que son las niñas las de mayor riesgo pues cuando los alimentos escasean, suelen comer menos y en último lugar.
CAUSAS HISTÓRICAS
Si bien es cierto que la pandemia afectó las cadenas de suministro, el comercio internacional, los precios de los alimentos y el combustible, y que las otras causas mencionadas son reales, vale recordar también que la mayoría de esas naciones sufren las consecuencias de siglos de coloniaje.
Únase a ello la pobreza, los bajos niveles de instrucción, la falta de servicios básicos de salud, la malnutrición y las inadecuadas condiciones de vida de quienes subsisten, en su mayoría, con ingresos de menos de un euro al día, resultado en gran medida de la expoliación, saqueo y robo de los principales recursos naturales de los países.
En su retórica occidentalista, algunos parecen olvidar que fueron las riquezas de África, juntos a sus hombres y mujeres esclavos, la base sobre la que se construyó la mayoría de las economías e imperios de las grandes potencias.
Las políticas económicas, la deuda externa, los conflictos armados internos, alimentados y manipulados en su mayoría por potencias extranjeras para seguir sacando ventajas de la inseguridad y la ingobernabilidad, son otras causales de la depauperada situación africana.
Naciones que representan el 10 por ciento de la población mundial y aproximadamente el 1,5 por ciento del Producto Interno Bruto global, concentran el 81 por ciento de los desplazados forzosos, el 80 por ciento de las personas que enfrentan niveles catastróficos de inseguridad alimentaria y el 90 de las necesidades humanitarias del mundo.
Una región que apenas aporta el 1,9 por ciento de las emisiones mundiales de CO2 es, por demás, la principal víctima del criminal cambio climático que exacerba las sequías, las inundaciones y otros desastres naturales extremos.
Tan sólo en África Oriental, cada 48 segundos muere una persona por hambre, en un continente con los mayores depósitos de cobalto, diamantes, platino y uranio, el 65 por ciento de la tierra cultivable y el 10 por ciento de la fuente interna renovable de agua dulce.
Alberga, además, alrededor del 30 por ciento de los recursos minerales del planeta, el ocho del gas natural, el 12 de las reservas de petróleo y el 40 por ciento del oro.
Estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), reflejan además que por concepto de evasión fiscal, las naciones africanas pierden anualmente entre 50 y 80 mil millones de dólares, cantidad muy superior a la ayuda para el desarrollo proveniente de los benefactores y organismos internacionales.
VOLUNTAD POLÍTICA VS. REALIDAD
Inseguridad alimentaria, la espada de Damocles sobre África
Si bien es cierto que existe un marcado interés de organismos internacionales y algunos gobiernos para revertir la situación, la práctica histórica demuestra que no basta con las buenas intenciones para sanar a un continente desangrado por siglos y con muchas heridas aún abiertas.
Programas como la Agenda 2030 de ONU, que propone acabar con la pobreza y promover una prosperidad económica compartida y protección ambiental para todos, o la regional Agenda 2063, plan estratégico promovido por la Unión Africana para la impulsar la transformación socioeconómica, son la muestra de una voluntad política con vistas a intentar sacar adelante a la región.
Un ejemplo de la voluntad política de las autoridades en algunas naciones es Kenya, uno de los países más afectados, donde el Gobierno trabaja en proyectos para revertir la situación nacional y regional, según aseguró a Escáner el embajador de ese país en La Habana, Gathoga W. Chege.
En sus declaraciones el diplomático reconoce que el camino es largo y difícil, cuya solución, recalcó, depende esencialmente del trabajo multilateral y la unidad de todos los factores y decisores del continente.
Pero la realidad y los obstáculos a superar a veces parecen insalvables para una región que, por demás, se encuentra en el foco de atención de un conflicto internacional como el de Rusia y Ucrania, ante la carrera desenfrenada de las grandes potencias por controlar el suministro de gas.
Para algunos la explotación del gas fósil traerá prosperidad y oportunidades, para otros no es más que una nueva maldición de la cual se beneficiarán las multinacionales y las élites políticas.
La desnutrición y el hambre no resultan inherentes a África; el continente más rico en recursos naturales no surgió de la pobreza, por el contrario, esos males son el resultado del saqueo, el fraude y siglos de menosprecio a sus pueblos.
Acabar con esos flagelos requiere, además de voluntad política y ayudas humanitarias, estrategias de desarrollo sostenible, metas cumplibles, acuerdos de paz, proyectos regionales comunes, pero también el reconocimiento por parte de las potencias y los gobiernos de las culpas y responsabilidades ante la situación que vive la región.
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