Para el acto, la prometida también se deja pintar dibujos simbólicos en las manos con un tinte natural extraído del arbusto alheña y recurre a la ayuda de una anciana para ponerse un caftán de terciopelo bordado, adornarse con joyas y tocarse con una cofia cónica.
Sus órganos vitales y de reproducción se cubren con hileras de barruecos para protegerlos contra los espíritus malignos, y al dejar la casa de sus padres, la futura esposa se envuelve con un velo de seda dorado.
Durante la ceremonia, una mujer casada, parienta allegada de la novia, dibuja círculos rojos y plateados en las mejillas y el labio inferior de ésta para purificarla.
A las niñas del lugar se les inicia desde su más tierna infancia en esta tradición y las técnicas artesanales necesarias para la confección del valioso traje se transmiten de generación en generación.
Este rito es simbólico de la alianza entre las familias y las actividades artesanales vinculadas a él desempeñan un importante papel en la perpetuación de la creatividad e identidad de la comunidad de Tlemecén.
Tal costumbre aparece inscrita desde 2012 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)