Considerado en su momento el «Chinatown» más grande de América Latina, esta área del municipio Centro Habana, se conserva como la principal huella de la migración asiática en la isla y una de las más importantes del continente.
De acuerdo con el historiador Julio Le Riverend, entre los años 1847 y 1874 llegaron a La Habana alrededor de 150 mil chinos, casi todos hombres.
Para trabajar, los llamados culíes -según el sistema de contratación para sustituir el trabajo esclavo africano en el campo-, se incorporaron a labores agrícolas e incluso algunos integraron las filas en las luchas libertadoras contra el colonialismo de España en Cuba.
Los migrantes chinos se asentaron en las cercanías de la llamada Zanja Real concebida a partir de 1550, por donde se conducía el agua potable a la población y ofrecía mejores condiciones para pequeñas labores de oficio.
En la actual zona del Barrio Chino estaba instalado además un paradero de trenes que transportaba pasajeros hasta el Hipódromo de Marianao, lo que influyó en el crecimiento y extensión de la población procedente del gigante asiático.
A principios del siglo XX ya residían en unas diez manzanas cerca de diez mil chinos, en un área que abarcaba desde las calles Galiano (Avenida de Italia) hasta Lealtad y desde Reina (Avenida Bolívar), hasta Belascoaín (Padre Varela).
Con el paso del tiempo, la zona se llenó de pequeñas tiendas de abarrotes y restaurantes que tuvieron su origen en la acumulación de dinero que sus dueños lograron durante sus años como trabajadores contratados.
De acuerdo con los historiadores, los primeros negocios de propiedad china se abrieron en 1858 y su florecimiento llevó al Barrio Chino de La Habana a convertirse en el segundo más importante del mundo, luego del de San Francisco en California.
rgh/ebr