Así lo confirmó a Prensa Latina el historiador Luis Fidel Acosta, quien además subraya el papel unificador del Apóstol de la isla, José Martí, sobre esos sectores humildes que, desde Estados Unidos, estuvieron a favor de reiniciar la gesta libertadora frente al colonialismo español.
Tras el fracaso de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y los intentos bélicos posteriores, veteranos y nuevas generaciones permanecían divididos en territorio norteño, señaló el especialista.
Por tal motivo, desde finales de la década de 1880 y hasta 1895, José Martí trabajó por la unidad y por la creación de la condiciones necesarias para reiniciar la lucha armada en la isla.
‘No puede olvidarse ese gran constructor martiano que fue el Partido Revolucionario Cubano (PRC), surgido para la guerra y para aglutinar en torno a él a todos los cubanos que deseaban la independencia sin distingo clasista, social o etario’, explicó.
En opinión de Acosta, Martí priorizó sus relaciones con los sectores más humildes de la sociedad y de la población emigrada, fundamentalmente los tabaqueros.
‘Aunque mantenía un compromiso con todos, se identificó más con los desposeídos y subalternos, por eso su proyecto de país hablaba acerca de una República justa y equitativa’.
De acuerdo con investigaciones históricas, la emigración cubana en el sur de La Florida era fundamentalmente obrera, sobre todo tabaqueros que comenzaron a llegar a mediados del siglo XIX a esa zona de Estados Unidos.
En las localidades de Tampa y Cayo Hueso encontró José Martí respaldo y apoyo por parte de estos trabajadores.
De hecho, el 25 de noviembre de 1891, el Apóstol pronunció en el Liceo Cubano de Tampa su discurso ‘Con todos y para el bien de todos’, que tuvo como centro a la unidad, sin distinción de clases y razas.
Por otro lado, la Convención Cubana, organización de prestigio en Cayo Hueso a favor de la lucha por la independencia de Cuba, ofreció apoyo a Martí y al PRC.
‘Los tabaqueros eran en su mayoría personas pobres y sin embargo, contribuían monetariamente a las cajas del PRC debido a su alta identificación con el proyecto martiano’.
Acosta refiere que gracias a ese trabajo con la emigración, José Martí organizó tres expediciones (Lagonda, el Amadís y el Baracoa) que debían llevar a los principales jefes militares -Máximo Gómez y Antonio Maceo entre ellos- a Cuba una vez iniciada la guerra.
‘El plan de la Fernandina -recordó- fracasó por una delación y las autoridades norteamericanas confiscaron las embarcaciones y las armas que iban en ellas’.
Sin embargo, agregó el especialista, Martí consideró necesario no retrasar el alzamiento porque, entre otras razones, ya España estaba sobre aviso y sabía del papel conspirador y activo de la emigración.
Los levantamientos simultáneos, por los que había abogado, ocurrieron a partir del 24 de febrero de 1895, una fecha escogida por los independentistas en Cuba.
Martí desembarcó en la isla el 11 de abril de ese mismo año para incorporarse a la lucha armada, no obstante, continuó con sus funciones de Delegado del PRC y mantuvo comunicación con las representaciones del Partido en Estados Unidos, Centroamérica y el Caribe.
Luego de su temprana muerte el 19 de mayo de 1895, la emigración continuó su apoyo con expediciones y armas para el Ejército Libertador.
Los trabajadores cubanos en Estados Unidos fueron los primeros en escuchar y leer los ideales martianos a favor de una revolución transformadora, con un claro sentimiento latinoamericanista y antiimperialista, concluyó el historiador.
agp/ool/idm/gdc
