Un 27 de marzo de 1851 se cantó por primera vez el tema La Bayamesa, compuesto por José Fornaris y Luque con arreglo musical de Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Castillo Moreno, precisamente para agasajar a la joven de esa ciudad del Oriente de Cuba, Luz Vázquez, quien luego se sumó a las luchas independentistas.
Esa primera pieza, al estilo de un vals con los aportes de los ritmos de la nación caribeña, pasó a los libros como la génesis del género romántico en la isla, con sus acordes de guitarra y violín, acompañados de una letra devenida símbolo para los enamorados.
Poco después de difundida esta canción de amor y con pinceladas patrióticas, otra bayamesa surgió entre los miembros del Ejército Libertador que luchaban contra la colonia española, tras el incendio de Bayamo (primera capital de la República en Armas en el siglo XIX).
Basado en los versos de un autor desconocido, aunque pudiera ser el poeta José Joaquín Palma según recientes investigaciones, el nuevo tema tomaba como referencia algunas frases de la obra original, así como la música.
La tercera entrega, y quizás la más importante para la isla por su carácter simbólico es la de Pedro Figueredo, instrumentada por Manuel Cedeño en 1868 y que dio origen al Himno Nacional de Cuba y constituye un canto de batalla, una ratificación de la lucha por libertad sin importar las consecuencias.
Pero la historia no terminó ahí, el trovador santiaguero Sindo Garay nombró una de sus composiciones Mujer Bayamesa y de esta manera cerró el ciclo de la azarosa recurrencia a ritmo de una criolla (género musical cubano), marcada por los recuerdos, tradiciones y amor.
Entre los elementos comunes de esta historia de ‘Bayamesas’ resalta el carácter patriótico de las letras, la evocación de tiempos dichosos, la necesidad de levantarse después de las caídas y las alusiones a pasajes de la guerra por la independencia.
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