La artista, que falleció el 8 de abril de 1968 a los 71 años, legó un vasto catálogo de lienzos, cartulinas, cerámica, vitrales, murales, entre otras piezas, que se desplazan entre corrientes como cubismo, abstracción geométrica y surrealismo.
Su arte alude desde la simbología a la identidad de la isla, por lo cual mereció los elogios del Poeta Nacional, Nicolás Guillén quien apuntó: ‘Amelia es como un mundo submarino. Amelia es como un mundo subterráneo. Amelia pasa en un gran soplo, y queda. Queda en un soplo vasto, la pintura girando’.
Igualmente, el escritor José Lezama Lima enalteció el trabajo de Peláez quien creaba a partir ‘de una fruta, de una cornisa, de un mantel’ y convertía cada elemento en un homenaje a la tradición, ‘una voluptuosidad inteligente que comenzaba por ser una disciplina, una ascética, un ejercicio espiritual’.
‘Su obra al paso del tiempo se había convertido en la más fascinante de las óperas. Era una piscina, un acuario, un inmenso desplegado de ópera, en cuyo centro ocurrían hechos’, apuntó Lezama Lima tras la muerte de Amelia.
Con una extensa lista de obras como Gudinga, Las dos hermanas, Las muchachas, Peces, Mujeres, Quinta de los molinos, entre otras y disímiles exposiciones dentro y fuera del país, figura en el podio de lo mejor de las artes plásticas latinoamericano y caribeño.
Autora de indudables marcas que identifican la visualidad cubana, Paláez transformó en colores los objetos más comunes e hizo arte de las rejas, flores, enredaderas, frutas, vitrales, mamparas y cenefas, con una maestría envidiable.
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