El poblado ubicado justamente en las márgenes del oriente antillano, fue testigo el 10 de abril de 1869 de la primera Carta Magna de la República de Cuba en Armas, deseosa de una soberanía plena para los nacidos bajo el yugo español.
Lo ocurrido en aquel poblado aún revive en la memoria del pueblo, intensificado por la aprobación en febrero de 2019 de la más reciente Constitución de la República.
‘Ello refrenda el orgullo de los cubanos por aquellos patriotas precursores, que en medio del fragor de una guerra se dieron a la formación de una República, a la forja de una nación’, a decir de la diputada a la Asamblea Nacional, Daicar Saladrigas.
La declaración recogida en la compilación Cuando la luz del mundo crece, de Luís Álvarez, asume además a lo acontecido en Guáimaro como la semilla para que en un futuro los derechos de la mujer florecieran como en la actual sociedad cubana del siglo XXI.
Al referirse al papel en aquella instancia de la patriota Ana Betancourt, la investigadora Olga García Yero, señala lo siguiente en la propia publicación:
‘Lo que la movió, y allí estriba su gran mérito, fue la necesidad de referirse, en el marco de las discusiones constitucionalistas de Guáimaro, a los derechos de las mujeres’, asevera.
‘Hoy es posible pensar que sus palabras estuvieron condicionadas por los sufrimientos heroicidades y valía que había alcanzado la mujer cubana’, sentencia la propia ensayista.
Cada 10 de abril, la Asamblea de Guáimaro queda en la memoria de los cubanos como un hito en la historia política y jurídica del país, la primera Constitución, mambisa y rebelde, redactada por un patriota del calibre de Ignacio Agramonte, y que hoy guía los destinos de equidad y socialismo de la nación.
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