Aunque científicamente nada está probado, hay quienes afirman que una copita en la mañana y otra en la noche controla la diabetes, el colesterol, la tensión arterial y los triglicéridos; además, se usa como tópico para golpes, torceduras o dolores y es rico en potasio, vitamina D y minerales.
Se trata de una bebida alcohólica originaria de Venezuela que se prepara desde la época precolombina en las zonas semiáridas de la región centro-occidental, principalmente en los estados de Lara y Falcón, donde se da silvestre el Agave cocui, planta de la cual se obtiene el líquido tras un proceso de fermentación, que luego en la mayoría de los casos se combina con alguna fruta.
Para el joven productor larense Miguel Dudamel, el cocuy también es poesía e identidad venezolana, por eso su marca toma el nombre de un poema del trujillano Víctor Valera Mora: ‘En este país donde su-ceden más poetas/ que kilómetros cuadra-dos/…/ En este país donde siempre fui un arbolario/ un mal incendio, un inesperado voladizo’.
Mal Incendio, con sus tres versiones: Casimira, de 36 grados; Hachero de 43, y Cascabel de 53, es el sueño hecho realidad de quien aseguró a Orbe que esa bebida es de gente misteriosa y profunda.
Cada nombre tiene su razón, Cascabel se debe a su experiencia personal con esa especie de serpiente; Hachero por un muchacho de 26 años que corta las matas, y Casimira por su burrita, mientras que un armadillo en recuerdo de su abuela es el símbolo en la etiqueta.
El cocuy, al igual que la planta con la que se elabora, forma parte de la cultura venezolana, y en los últimos años se ha convertido en uno de los licores más populares, gracias a su sabor, calidad, aroma y costo, lo cual ha permitido que poco a poco se posicione en el mercado nacional e internacional.
Sin embargo, no siempre fue así. A principios de la década de los 50 del pasado siglo, el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, en contubernio con los empresarios del ron, aprobó una polémica normativa la cual establecía que las bebidas alcohólicas que se expendiesen legalmente en el país no podían pasar de 50 grados.
De esta manera, dicho elixir pasó, de la noche a la mañana, a la clandestinidad, y sus productores eran castigados con cárcel o muerte, hasta que el 15 de noviembre de 2005, la Asamblea Nacional declaró al Agave cocui y al licor como patrimonio natural, ancestral y cultural de la nación.
(Tomado de Orbe)