Ese descubrimiento puso fin a 30 años de incesante búsqueda, y tuvo como protagonistas directos a geólogos, antropólogos forenses, biólogos, geofísicos, así como historiadores y otros estudiosos de las ciencias sociales de esta nación, con el apoyo de especialistas extranjeros, e involucró a unas 15 instituciones.
La minuciosa investigación histórica efectuada desde 1967, tras el asesinato del Che por el ejército de Bolivia, y los trabajos sobre el terreno durante casi dos años a partir de 1995, permitieron encontrar las osamentas, enterradas en la parte vieja de la pista de aviación de Vallegrande, poblado a 240 kilómetros de Santa Cruz.
El doctor en Ciencias Médicas Jorge González, entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana, fue designado por el Comandante en Jefe Fidel Castro para encabezar la búsqueda científica.
La ardua tarea tuvo que realizarse aceleradamente por las presiones de quienes pretendieron frustrarla, y un día después de que el Gobierno boliviano diera a los cubanos 48 horas de plazo para terminar, se produjo el hallazgo, recordó el científico en entrevista al diario Granma en julio pasado.
En la mañana del sábado 28 de junio de 1997 se encontraron en una fosa común siete osamentas humanas, a una de ellas le faltaban las manos. Adherida a esos restos, se halló parte de la chaqueta verde olivo del Che y trozos del cinturón de cuero que llevaba el día que fue asesinado, contó González.
Otras evidencias como la prominencia del cráneo y la ausencia del molar superior izquierdo, fueron disipando las dudas. El estudio posterior de ADN confirmó que se trataba del comandante Guevara.
El hallazgo y traslado a Cuba de los restos del jefe guerrillero y sus compañeros fue interpretado en la isla como una victoria simbólica de éstos sobre sus verdugos, y un hito que puso de relieve la capacidad científica de esta nación antillana y el compromiso de sus especialistas con el país.
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