Razones, que junto a la connotación católica de su concepción, fueron motivos para que, en septiembre de 2015, el Papa Francisco desde la cima de ese cerro bendijera a la urbe de más de 300 mil habitantes.
Mucho antes lo había hecho el fraile Francisco Antonio de Alegría un 3 de mayo de 1790, cuando subió a lo alto del cerro con una cruz de madera a sus espaldas, para a través de una misa pedir por la salud y el bienestar del pueblo, que crecía poco a poco en el valle marcado entre los ríos Jigüe y Marañón.
Desde entonces se convirtió en una tradición la peregrinación hasta la popular elevación, que ha trascendido hasta nuestros días como las reconocidas Romerías de Mayo, evento dedicado a promocionar el arte joven de Cuba y el mundo.
Paulatinamente, la Loma… se convirtió en parte de la historia de vida de cada holguinero y visitante. Ha sido testigo promesas de rodillas a la Cruz, de bodas, intercambios entre amigos, solicitudes de matrimonio y más reciente, escenario ideal para la práctica de ejercicios físicos al aire libre.
Hasta ella se pueden acceder por dos vías: carretera y, la más popular, a través de la escalinata de más de 450 escalones con descansos intermedios, construida en el siglo XX con la financiación de los propios habitantes de la ciudad.
En la cima, a unos 250 metros sobre el nivel del mar, se observa el trazado recto de las calles, rasgo distintivo de Holguín, así como la localización del sistemas de plazas que le ha dado el sobrenombre al territorio de la Ciudad Cubana de los Parques.
En la Loma de la Cruz, quienes la visitan crean recuerdos inigualables, porque es más que un lugar, es una experiencia diferente en cada ascenso, la cual permanecerá siempre entre las mejores de nuestras vidas.
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