Su imagen impresionante por cualquiera de los ‘cuatro costados’ por donde se mire deviene un atractivo turístico de gran magnetismo y el entorno exuberante que la rodea puede satisfacer las más exigentes expectativas de los viajeros que optan por esta manera de disfrutar el ocio.
Para llegar hasta ella, es preciso recorrer una carretera estrecha y sinuosa, que se abre paso en medio del Paisaje Natural Protegido que a su vez se inserta en la Reserva de la Biosfera Baconao.
La mole inmensa, considerada con sus 75 mil toneladas como el peñasco de mayor peso en el mundo, circula en fotografías y videos en cualquier confín porque no hay visitante que se resista a llevar consigo el recuerdo gráfico de la estancia en un sitio tan especial.
El bloque de brecha volcánica de 55 metros de largo y 25 de ancho, que como silencioso centinela observa desde las montañas al mar Caribe, lo hace también mediante el radar homónimo, perteneciente al Instituto de Meteorología como un aliado en sus pronósticos diarios.
Cierto sabor de aventura deja el ascenso, por una rústica escalera, al pico exacto de la piedra y hay quienes dicen que en días despejados pueden observarse las costas de alguna que otra cercana isla caribeña.
Familias enteras, cubanas y extranjeras, junto a grupos de excursionistas, toman parte en estos recorridos fascinantes que tienen también en el Jardín Ave del Paraíso un sitio que no exagera para nada el nombre de esa criatura alada, atribuido a una flor exótica y propia.
Para llenar los ojos y el espíritu de verdores y aires frescos, la Gran Piedra contempla inmutable el paso del tiempo y desafía cambios como el climático que asola al planeta y de la mano del hombre atenta contra un patrimonio natural tan sagrado como el de sus predios.
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