En efecto, Ávila se va contenta de sus primeros Juegos Olímpicos, con record nacional y una gran experiencia, y como premio se prometió la célebre tortilla catracha de trigo con frijoles fritos, queso rallado y mantequilla.
‘Ya casi tengo tiempo para probar la baleada otra vez, de hecho, lo primero que voy a hacer cuando vire a Honduras es comer baleada’, declaró a medios locales la estrella, debutante en estas lides.
La ondina tiene previsto regresar el próximo 5 de agosto a Honduras, donde el fútbol monopoliza el interés deportivo, pero su desempeño en la alberca olímpica le valió titulares, y la admiración de sus compatriotas.
‘Sentí todo el apoyo que me llegó de Honduras en mensajes, en redes sociales, estoy super feliz, emocionada’, declaró Ávila, compañera de club de Celina Márquez, abanderada de la delegación olímpica de El Salvador.
Nacida en Estados Unidos y representando a Honduras desde los 11, Ávila valoró la experiencia de Tokio 2020 como el colofón de un duro trabajo, de vérselas contra rivales de primer nivel, y de comprobar que los sueños pueden hacerse realidad.
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