Así lo señalaron diplomáticos aquí tras el nombramiento la víspera del cubanoamericano de Miami Francisco Mora, exsubsecretario de Defensa para el Hemisferio Occidental, como nuevo embajador estadounidense ante la OEA, en sustitución del también cubanoamericano de Miami Carlos Trujillo, quien sirvió en la administración de Donald Trump.
Mora, como Trujillo, figura entre los demócratas que exigen endurecer los intentos de desestabilización del gobierno cubano y que se oponen, además, a cualquier flexibilización del bloqueo económico, comercial y financiero que Washington aplica a Cuba desde hace más de seis décadas.
Aunque el secretario general Luis Almagro –electo y reelecto sin contendientes- se esforzó por someter la OEA cada vez más a la política regional de la Casa Blanca, como durante el golpe de Estado de 2019 en Bolivia, no puede lograr consensos contra la Revolución Cubana.
Esta semana, la mayoría de los países miembros desenmascaró las maniobras de la cúpula de esa organización que procuraban un pronunciamiento condenatorio de Cuba y que resultó en un mayor aislamiento de Estados Unidos en esta y otras regiones del mundo.
Casi todos los miembros de la OEA, incluidos los 13 países integrantes de la Comunidad Caribeña (Caricom), rechazaron los intentos de ofender a la isla antillana, lo que el canciller cubano, Bruno Rodríguez, describió como una nueva derrota el organismo regional.
Esos Estados incluso reiteraron en carta dirigida a Biden su demanda de levantar el bloqueo estadounidense contra Cuba -condenado, año tras año, casi por unanimidad en Naciones Unidas- y recordaron las relaciones sólidas y mutuamente beneficiosas entre La Habana y el resto del Caribe durante los últimos 49 años.
Caricom, señala la misiva, considera a Cuba y su pueblo como miembro valioso y respetado de nuestra familia de naciones caribeñas.
La crisis de la OEA de Almagro se produjo precisamente en la misma fecha en que, hace 59 años, Cuba fue expulsada del organismo -fundado en 1948 con raíces en la Doctrina Monroe- al que nunca volvió, pese a pedidos el año 2009 a retornar a su seno.
Expertos latinoamericanos consideran aquel hecho como una anomalía, ya que esa medida nunca fue aplicada a otro Estado miembro en la historia de la OEA y, de hecho, marca una política de doble rasero.
En 1962, México fue el único país que se opuso a la expulsión de Cuba y nunca rompió relaciones diplomáticas con ella.
No es casual, entonces, que el actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, planteara la semana pasada a los cancilleres de América Latina y el Caribe la urgencia de sustituir a la OEA por ‘un organismo autónomo, no lacayo de nadie’.
Propuso, en ese sentido, construir algo semejante a la Unión Europea, pero ‘apegado a historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades’.
Es ya inaceptable la política de los últimos dos siglos, dijo, caracterizada por invasiones para poner o quitar gobernantes al antojo de la superpotencia. Digamos adiós a las imposiciones, las injerencias, las sanciones, las exclusiones y los bloqueos, enfatizó. El actual panorama regional -renovado con próximas elecciones en varios países- podría facilitar esfuerzos integracionistas impulsados por la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
La Celac, que abarca a más de 650 millones de habitantes y enormes recursos naturales en 33 países, sin incluir a Estados Unidos ni Canadá, será presidida a partir del próximo año por Argentina.
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