Dicho esto, está claro que es comprensible su estatus de reina indiscutible de la velocidad, porque en lo inédito no solo habita lo especial, sus marcas fueron de ensueño, digamos que de la época de la estadounidense Florence Griffith, cuya figura siempre ha estado en el entramado de la polémica.
Griffith, fallecida a los 38 años, posee los récords de las distancias: 10.49 y 21.34 segundos, tiempos intocables en las últimas tres décadas, porque, además, ninguna corredora se había acercado tanto como lo hizo Thompson sobre el tartán del Estadio Nacional de la capital nipona.
Físico privilegiado, potencia, técnica cercana a la perfección, arrancada correcta, intermedio de carrera a la altura de la mejor (Griffith) o de la igual norteña Carmelita Jeter, cierre enérgico que revela un entrenamiento apto para pocas atletas…
¿Qué más se puede decir de la caribeña? áAh! Ambición en forma de coraje después de una vida difícil, sumida en la pobreza económica y la riqueza de los sueños, porque durante su etapa juvenil nunca fue considerada una promesa.
La múltiple reina olímpica estampó 10.61 en el hectómetro y 21,53 en la mitad del óvalo, en ambos casos primacías para una nación colmada de estrellas, entre ellas, la enorme Shelly-Ann Fraser-Pryce y la esbelta Veronica Campbell-Brown.
Solo así podía repetir su hazaña de Río de Janeiro 2016, cuando también sumó un metal plateado en el relevo 4×100, color que podría mejorar ahora, porque Jamaica luce como candidato número uno con ella, Fraser-Pryce y Shericka Jackson, segunda y tercera en 100, respectivamente.
Sin ser la gran figura mediática, Thompson, de 29 años, ya descansa en el panteón sagrado del esprint atlético, y las nuevas preguntas son: ¿podrá hacer añicos los cronos de Griffith? ¿Llegó a su tope en Tokio 2020? ¿París 2024?
Expuestas las interrogantes, solo queda aplaudir a Elaine Thompson, digna heredera femenina de Usain Bolt.
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