Víctima de la Covid-19, el destacado científico deja una estela de dolor entre sus compañeros del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (Cenais), donde compartió saberes y experiencias entre los consagrados y los más jóvenes.
Graduado de Física en la Universidad de La Habana, inició sus indagaciones en el Instituto de Geofísica y Astronomía en 1973 y fue uno de los precursores del surgimiento, en febrero de 1992, del Cenais, donde realizó significativos aportes en esos campos.
En su trayectoria sobresalen los estudios que dieron pie a su tesis doctoral, en relación con la macrosísmica en Cuba, referida a los datos perceptibles de los terremotos en el territorio nacional y su aplicación en los estimados de peligro y micro-zonación sísmica.
Profesor Titular de la Universidad de Oriente, alcanzó ocho premios Academia de Ciencias de Cuba, cinco en Fórums nacionales de Ciencia y Técnica y casi 200 publicaciones en revistas de impacto, todos relacionados con la sismología.
Muy conocido entre los periodistas cubanos y los seguidores de la ocurrencia de movimientos telúricos en el país, por sus conocimientos y la disposición a compartirlos públicamente, deja al morir una huella significativa en la ciencia cubana.
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