Sumado a su innegable curiosidad intelectual —argumento esgrimido en entrevistas y testimonios concedidos por el autor casi al final de su vida— su viaje respondió a la invitación del amigo Carlos Eduardo Frías para trabajar en una de las agencias publicitarias más reconocidas en la década de 1950.
Si bien el intelectual de la nación caribeña pensó, inicialmente, en una permanencia transitoria, de hecho estuvo durante 14 años en ese país suramericano, cuyas maravillas geográficas, idiosincrasia y tradiciones conformaron muchos de sus textos y crónicas.
Entre los más emblemáticos destaca Misterios de la naturaleza venezolana, publicado, por primera vez, el 21 de julio de 1951 en la columna Letra y Solfa del periódico El Nacional y uno de los artículos periodísticos vinculados en temas y referencias a la novela Los pasos perdidos.
Indudablemente, junto a La Habana y París, Caracas resultó una de las urbes imprescindibles en su vida: la primera marca el nacimiento del escritor el 26 de diciembre de 1904 y su debut literario con Ecue-Yamba-O y a la segunda arriba como Ministro Consejero de la Embajada de Cuba en Francia.
Sin embargo, en la capital venezolana concibió cuatro de sus novelas más representativas: El reino de este mundo, de 1949; Los pasos perdidos, de 1953; El acoso, de 1956 y El siglo de las luces, de 1962, cuyo manuscrito trajo consigo a La Habana al regresar en 1959.
Para Carpentier, Venezuela era un ‘país compendio’, provisto de todas las tipicidades geográficas del continente: picos de más de cinco mil metros de altura, nieve, selva, llanos, ríos caudalosos, lagos, desiertos y dunas.
De ahí que el periodista escribiera, casi diariamente, sobre una nación esplendorosa en lo artístico y de una bonanza petrolera que contribuyó al desarrollo económico, el ascenso de los medios de comunicación y la presencia de personalidades foráneas.
Avalan su intensa labor periodística los artículos publicados en la columna Letra y Solfa del diario El Nacional, entre 1951 y 1959, y otros materiales significativos publicados en diversas secciones del mismo periódico.
Es, precisamente, en este espacio, donde el intelectual de la isla concibe su teoría de ‘lo real maravilloso’—elemento que lo distingue de otros autores del denominado boom latinoamericano— y conoce a profundidad las tribus originarias de la región, motivos que inspiraron su novela Los pasos perdidos.
Según la crítica de arte y ensayista cubana, Graziella Pogolotti, ‘el autor tenía clara conciencia de su destinatario, persona informada y curiosa, aunque no necesariamente dedicada a un quehacer intelectual’, desde una prosa ágil, concisa y comprensible. La Premio Nacional de Literatura reconoció, asimismo que ‘Venezuela ofreció a Carpentier un trabajo estable y bien remunerado que, progresivamente, le dejó el margen de tiempo indispensable para la realización de su obra mayor’.
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