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Cuba en el engranaje hegemónico de Joe Biden

México, (Prensa Latina) Tan minúscula como su geografía, Cuba es una pequeña pieza en el gran engranaje de la geoestrategia política del gobierno estadounidense, atrapada entre las gigantescas ruedas dentadas de su maquinaria hegemónica de donde ningún gobierno de Washington la ha querido sacar en más de 60 años.

Da la impresión de que, si la retiran de ese lugar, se viene abajo todo el aparataje armado desde la Segunda Guerra Mundial que le permitió a Estados Unidos convertirse en la primera gran potencia mundial económica y militar del mundo.

Por supuesto que es una gran mentira. Cuba no es, ni nunca lo fue, un peligro para la seguridad de su coloso vecino, ni es tampoco su pretensión, lo cual sería demencial. La Casa Blanca y el Pentágono lo saben.

Junto con esa falsa imagen -como han hecho con Venezuela bajo Donald Trump y mantiene Biden al considerarla ridículamente un peligro para la seguridad nacional- se sabe que el ‘peligro’ de la Isla radica en su desafío con éxito a la política estadounidense basada en la doctrina Monroe desde 1823 con la que se atribuyen la propiedad, como si fuese una mercancía, del derecho de Washington a controlar el hemisferio.

Bajo esa óptica, la Revolución cubana fue proyectada hacia la sociedad estadounidense -y a toda América Latina- como un fantasma aterrador que amenazaba el orden y la paz hemisférica, a fin de meter el diablo en el cuerpo a la gente para provocar un repudio al inédito proceso político cubano iniciado en enero de 1959.

Hay que admitir que se valieron del lacayismo tradicional de esa época para lograr que, excepto México, todos los gobiernos de la región rompieran relaciones con Cuba, la cual fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA).

La Oficina de Asuntos Globales del Departamento de Estado le aplicó a Cuba y Venezuela el mismo estigma que a Rusia y calificó a los dos países de ‘influencias malignas en las Américas’- criterio que mantiene Biden-, las cuales hay que atajar para que su influjo no se expanda.

Aunque saben que nadie les cree, el gobierno de Estados Unidos actúa como si realmente Cuba tuviera ese poder, con la aplicación de políticas disuasorias a países de la región para tratar de descomponer sus relaciones con la isla, pero tampoco lo lograron.

Allí actúa de manera muy puntual su producción de noticias falsas, y la fabricación de incidentes como los de julio en San Antonio de los Baños, la creación de movimientos de presuntos intelectuales como el de San Isidro, o la compra de voluntades de ciertos artistas y escritores.

Lo más vergonzoso es la campaña contra los médicos cubanos que socorren a poblaciones humildes en numerosos países atacados por la pandemia de Covid-19.

A ello se suma la propaganda irresponsable e inhumana contra el desarrollo científico cubano en el campo de la salud y uno de sus frutos más destacados, la producción de vacunas, incluidos cinco candidatos contra el SARS-Cov2, de los cuales ya dos son vacunas, y el resto en camino de serlo.

El expresidente Barack Obama finalmente comprendió en su segundo período de gobierno que toda esa política caracterizada por un bloqueo económico, comercial y financiero- que califica como crimen de lesa humanidad- fracasó en casi seis décadas de aplicación, y trató de irla desmontando lentamente.

Su sucesor Donald Trump, no solo le dio marcha atrás a todo lo avanzado, sino que decretó 243 medidas para intensificar el castigo en medio de la pandemia de Covid-19 y por la vía del sufrimiento del pueblo intentar doblegar al gobierno, lo cual tampoco pudo conseguir.

Trump subrayó de la peor manera la histérica dedicación de Washington a aplastar a Cuba, pero además con todo un grado de sadismo jamás imaginado. Lo que sorprende es que Biden siga la rima y además la escale con un cinismo asombroso.

El hombre que como vicepresidente de Obama participó directamente en el deshielo de las relaciones bilaterales y que creó expectativas en su campaña electoral de retomar ese sendero, marcha ahora a contracorriente de ese compromiso con una sonrisa en los labios. Una burla para sus electores.

Es un crimen desde todo punto de vista, que Biden use también la pandemia, como Trump, para torturar al pueblo cubano, crearle más sufrimiento y causarle una gran cantidad de muertes por Covid-19 que pudieran evitarse de no existir el bloqueo, como reconocen analistas y políticos de las más diversas tendencias políticas e ideológicas.

Esa actitud del gobierno de Estados Unidos respecto a Cuba ilustra de alguna manera la lógica sobre cómo funciona el poder imperial en ese país donde quienes poseen el control de la economía fungen como arquitectos principales de las políticas del estado y se creen dueños de la humanidad.

Las condiciones actuales en Cuba en una combinación mortal de las crisis sanitaria y económica, constituyen por sí mismas la gran oportunidad para que el presidente Biden se llene de gloria y recupere prestigio mundial con solo retirar las medidas de Trump -que lo puede hacer- y retomar el diálogo con La Habana en busca de un cambio en las relaciones. América lo aplaudiría.

Sin embargo, contra toda lógica, prefiere ver la situación mediante un prisma equivocado y antihistórico y percibe la convergencia de las dos crisis como la tormenta perfecta para derribar la Revolución, lo cual es aberrante.

El mandatario retorna a la falsa creencia de que Cuba es pieza clave en su engranaje hegemónico y es lógico mantener su enfrentamiento a la Revolución dentro de los gastados patrones de guerra fría sin importar que 184 países en la Asamblea General de Naciones Unidas votaron contra Estados Unidos e Israel, únicos que defendieron el bloqueo.

Biden da la espalda a América Latina y el Caribe en el caso de Cuba que, salvo deshonrosas excepciones como Brasil y Colombia, condena el bloqueo y la criminal política de Estados Unidos, y apoya el llamado del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de levantarlo incondicionalmente si en realidad se quiere ayudar al pueblo cubano.

rmh/lma

*Corresponsal- jefe de Prensa Latina en México

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