Visité Canadá, Estados Unidos, Israel… En ninguno me sentí igual y tampoco aprecié esfuerzos como los del gobierno cubano para proteger al pueblo y promover la educación y la cultura como armas de emancipación, asegura.
Antes de viajar a La Habana, rememora, ‘no conocía al país, sólo que era un archipiélago, socialista y liderado por un gran hombre’.
‘Extraño la seguridad, salud, educación, el amor de la gente de Cuba’.
Llegó a La Habana en 1978 como parte de los profesores que enseñaron historia, geografía e idioma de Etiopía a los primeros niños y adolescentes de esa nación ubicados en Isla de la Juventud para iniciar su formación docente.
Viajé con mi esposa, Alemesh Yimer, en el primer grupo de alumnos que salió para allá. Eran mil 200, la mayoría hijos de mártires de la guerra de Ogadén o conflictos internos, cuenta a Prensa Latina.
‘No queríamos que olvidaran sus raíces, mientras se adaptaban al sistema educacional cubano’, explica con algunas palabras del español, más otras en inglés y amárico.
Cumplimos el trabajo en dos años o poco más. Estoy orgulloso de participar en el inicio de aquel gran proyecto del Comandante en Jefe. Cuando regresé a Addis Abeba, era, ¿cómo se dice?, mejor persona, comenta.
Para Demeke, ‘Fidel Castro Ruz fue un regalo, otra luz para Etiopía, porque sembró aquí una semilla de los valores del ser humano, como lo había hecho en Angola y lo hizo en toda África’.
‘Él intentó lograr la paz entre Somalia y Etiopía, y después, cuando Mengistu (Haile Mariam) le solicitó ayuda, respondió enseguida. La Revolución dejó aquí su sangre y nos recibió como a hijos propios. Por eso Cuba es mi segunda patria’.
Según afirma, ‘mis dos patrias tienen muchos parecidos’, pero para él ‘fue muy importante apreciar la fortaleza y laboriosidad del pueblo en lo que los cubanos llaman vinculación estudio-trabajo’.
Fidel, apunta, ‘nos mostró otro camino, consideraba importante aprender ciencias y letras, pero también cuidar la naturaleza, proteger la cultura, honrar la historia, desarrollar los mejores sentimientos humanos’.
Cuba es pequeña y es un ejemplo grande para el resto del mundo. Eso es en gran medida por el pensamiento y la obra de Fidel, que se preocupó por los pobres de cualquier origen, manifiesta.
Fue, señala, ‘un gran presidente también para África. No domino ya el español, pero en otros idiomas tampoco tengo palabras para calificarlo’.
‘Es parte de la historia universal. No ha muerto. Agradezco mucho que dos de mis muchachos y un sobrino pudieran recibir sus enseñanzas allá en Cuba. Si todos mis hijos hubieran estudiado allá, sería el hombre más feliz del mundo’.
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