Bañada por las aguas del golfo de México, la península perteneciente a la provincia de Pinar del Río tiene sitios con nombres de filibusteros, tales como Poza Juan Claro, Punta del Holandés, Playa Antonio, los cuales hacen creer al explorador que allí podrá hallar parajes legendarios.
Un lugar apartado, donde la vegetación y las especies de animales conviven con pocos residentes permanentes en los mil 60 kilómetros cuadrados de área, aparece como oasis con su veintena de playas, sus senderos para la observación de aves y reptiles, el alto endemismo y con ecosistemas de arrecifes entre los más diversos del Caribe.
En Guanahacabibes está la mayor área lacustre del país, y la iguana, lagarto más grande de la isla, forma parte de su leyenda, con ejemplares masculinos de hasta dos metros de longitud.
En los sitios especializados en turismo, un atractivo salta a la vista: la posibilidad de, a pocos metros de distancia, ver nacer a las tortugas marinas, como parte de un proyecto de monitoreo y conservación para esos reptiles que tiene repercusión internacional.
Entre los meses de mayo y septiembre, a las costas de la península llegan cuatro de las siete especies presentes en el planeta en peligro de extinción, para desovar en las dunas.
La iniciativa de instituciones científicas y académicas incluye el conteo de los huevos y grupos de ejemplares, en tanto son analizadas las etapas que estos prefieren para anidar.
El artículo Ocho motivos para viajar a Guanahacabibes, del blog Online Tours, considera al lugar como un ‘destino de ensueño para los amantes de la naturaleza y el ecoturismo’, y recuerda el patrimonio sumergido en el litoral y los sitios arqueológicos existentes, 140 de ellos relacionados con la vida de los aborígenes.
Lugares emblemáticos de la zona son el Faro Roncali, única edificación realizada en el período colonial en el extremo occidental, y el Centro Internacional de Buceo María la Gorda, con unos 60 puntos de inmersión en aguas tranquilas y con gran visibilidad.
Guanahacabibes es reconocida desde 1987 como Reserva de la biosfera, categoría otorgada por la Unesco, y funciona allí un Parque Nacional que cada tarde ve cómo, tras los mares de la península, se esconde el sol de Cuba.
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