Desde que anoche un temblor de magnitud 3.6 fue sentido en varias localidades sur-orientales, esa espada de Damocles que se cierne con particular énfasis en la principal franja sismogénica del archipiélago, devino signo anunciador de una realidad indeseable, pero cierta.
Durante las primeras horas de la mañana de este sábado, una fuerte sacudida que se prolongó desmesuradamente sacó de la cama a algunos y a otros los sacudió en los trajines iniciales del día, en los precisos momentos en que se disponían a conocer el parte que sobre la pandemia emite el Ministerio de Salud Pública.
En la medida en que avanzó la jornada matutina se fueron conociendo los datos del noveno terremoto perceptible del año, con su magnitud de 7.4 y epicentro en la cercana Haití, donde una vez más se ensañó la Naturaleza.
No es la primera vez en que un movimiento telúrico fuerte con origen en el vecino país impacta también en territorio cubano y ahí están, frescos aún, los recuerdos de lo ocurrido en los primeros meses de 2010.
Las circunstancias actuales tuvieron un antecedente próximo en la coincidencia de temblores perceptibles y de la tormenta tropical Elsa que hace poco más de un mes mantuvieron en vilo a los cubanos, en medio, igualmente, del intenso rebrote de los contagios con el SARS-CoV-2.
Cuando la séptima tormenta tropical avanza por el Atlántico y las dramáticas imágenes del pueblo haitiano vuelven a doler en lo más profundo, los incendios forestales y las temperaturas exorbitantes en latitudes lejanas hacen sonar la diana para el ultimátum que está dando la Naturaleza.
Casi curados ‘de espanto’, los cubanos agradecen el bálsamo de las lluvias que todavía benefician a algunas localidades de centro y occidente en la retirada de la actual onda tropical que fuera Fred y no olvidan que comparten con Haití peligros y vulnerabilidades provenientes de la proximidad geográfica.
ale/mca