Anse a Veau es una comunidad de poco más de 34 mil habitantes situada en el sur del país, a unos 20 kilómetros del epicentro del sismo, donde muchas casas se desplomaron y cientos de personas resultaron heridas.
‘Casi no nos habíamos puesto la bata y comenzaron a llegar los pacientes, primero una señora con un brazo lesionado, y otras heridas, después otro señor y así estuvimos prácticamente todo el día, no había tiempo para desayunar o almorzar’, recordó la enfermera Aliosca Asencio, que nacida en La Habana nunca vivió un evento similar.
El terremoto de 7,2 en la escala de Richter, el segundo que más destrozos provocó en el país, fue especialmente duro en ciudades como Les Cayes y Jacmel y las imágenes de los fallecidos y las personas bajo los escombros inundaron las televisoras y las redes sociales.
Sin embargo en los pequeños pueblos, alejados de las grandes urbes y del foco mediático, allí también estaban los médicos de Cuba para atender a los damnificados.
Uno de los casos más impactantes que recibieron fue el de una señora que cayó de espaldas por el temblor, justo donde se erigía una barra de acero.
‘Quedó empalada y la trajeron con el tramo de cabilla. Contuvimos el sangramiento, canalizamos la vena y la remitimos para el hospital para que recibiera atención quirúrgica, no pudimos hacer más’, se lamentó.
Dos médicos, igual número de enfermeras, y una licenciada en ultrasonografía y Rayos X, es el pequeño equipo de cubanos que atiende a la población circundante de la zona, junto a los especialistas haitianos.
Los pacientes se amontonaron en las afueras de las instalaciones, muchos con traumas, fracturas expuestas, y sobre todo los niños, ‘es muy doloroso’, narró.
También se desplazaron al hospital heridos de Petit Trou, a 17 kilómetros de Anse a Veau.
‘Llegaron en un camión cerca de las 05:00 de la mañana, venían de un pueblo a 45 minutos de aquí. Una de ellas tenía 22 años y no se sentía las piernas, le diagnosticamos un trauma sacro lumbar con inflamación de la médula que más adelante puede derivar en una parálisis’, dijo con tristeza.
Los médicos cubanos llegaron a Haití en 1998, cuando los huracanes Mitch y George devastaron al país y se llevaron la vida de cientos de personas.
Desde entonces acompañaron al pueblo tras el gran terremoto de 2010, la epidemia de cólera que siguió después, el ciclón Mathew de 2016, la reciente pandemia de la Covid-19, y ahora nuevamente con el sismo que segó la vida de casi dos mil personas.
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