La construcción de la otrora Plaza Cívica finalizó poco después del triunfo revolucionario de 1959 y a pesar de sus seis décadas, aún es el punto más alto de la ciudad gracias a una torre superior a los 112 metros.
En 1926 el urbanista francés Jean Claude Nicolas Forestier diseñó para La Habana un complejo de avenidas y parques que tendría su centro geográfico en la antigua Ermita de los Catalanes.
Allí convergerían las principales arterias viales, existiría un centro cívico y se erigiría una escultura al más universal de todos los cubanos.
A partir de la década de 1930 se convocaron varios concursos para elegir el proyecto del monumento a José Martí, fusionado con la construcción de aquella Plaza Cívica, pero no fue hasta 1943 que los resultados de un último certamen trazarían el camino a seguir.
El arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre ganaron el primer lugar con su diseño del Templo Martiano, sus colegas Govantes y Cabarrocas obtuvieron el segundo con la actual Biblioteca Nacional y el tercero lo mereció un equipo que presentó un obelisco con una base en forma de estrella de cinco vértices como símbolo de libertad.
No fue hasta 1952 que se retomó el plan y por orden de Fulgencio Batista, en el poder tras el golpe de Estado ese año, se eligió para construir el proyecto que había quedado en tercer lugar.
Esto generó inconformidad en el gremio de arquitectos, pero Sicre aceptó esculpir la estatua sedente del Apóstol e incorporarla a la Plaza Cívica, por este motivo, el primer lugar del concurso nunca se construyó.
Otras irregularidades ocurrieron en la década de 1950 cuando se erigieron en la zona varias instituciones públicas que contrastaban con el diseño original y que hoy albergan ministerios como el de Comunicaciones, el de Planificación y Economía o el actual Palacio de la Revolución.
En opinión del entonces historiador de La Habana, Emilio Roig, ‘cada edificio no guarda sombra de armonía con los demás ni por su aspecto y mucho menos por su orientación. Perdida quedaba toda esperanza de que la Plaza Cívica fuese la Acrópolis de América que muchos habían soñado para la cuna de Martí’.
La estatua del Apóstol tiene 18 metros de alto y el mármol que se empleó en ella se extrajo de las proximidades de El Abra, en la antigua Isla de Pinos, donde el héroe inició su destierro.
Por su parte, la pirámide tiene una elevación de 112,07 metros desde la calle hasta la torre de remate, mientras que la altura total hasta los faros y banderas es de 141,95 metros sobre el nivel del mar.
Cuenta con un elevador interior, una escalera de 579 escalones y un mirador en lo alto que permite un radio de visión de hasta 60 kilómetros.
El Memorial José Martí se inauguró el 28 de enero de 1996 en el interior de la base, cuenta con cinco salones que se corresponden con las puntas de la enorme estrella monumentaria sobre la que se levanta el obelisco.
El 16 de julio de 1961 este lugar comenzó a nombrarse Plaza de la Revolución, sitio de grandes acontecimientos, concentraciones del pueblo y gobierno, desfiles, conciertos, veladas solemnes, entre otras actividades.
Uno de sus elementos más icónicos es el relieve escultórico a partir de la foto de Alberto Korda del revolucionario argentino-cubano Ernesto ‘Che’ Guevara, emplazado en la fachada del Ministerio del Interior, el 8 de octubre de 1993.
Otra escultura con características similares hecha también por el mismo autor (Enrique Ávila), pero esta vez sobre el comandante guerrillero Camilo Cienfuegos, se colocó en el edificio del Ministerio de Comunicaciones en el 2009.
La plaza es muy visitada por nacionales y extranjeros, ya que con su formato abierto y al aire libre, constituye uno de los principales exponentes de la historia de la Revolución liderada por Fidel Castro.
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