Lo diseñó el conocido arquitecto de Los Ángeles Welton Becket, quien había trazado el Beverly Hilton para la cadena estadounidense. Su inauguración, con cuatro días de festejos, ocurrió en marzo de 1958.
En su momento el Habana Hilton fue el hotel más alto y grande de toda Latinoamérica con 27 pisos y alrededor de 600 habitaciones.
La suite 2324 acogió a Fidel Castro tras el triunfo de la Revolución y su entrada a La Habana el 8 de enero de 1959.
Al menos dos planes de atentados contra el líder revolucionario fueron preparados para ser ejecutados en la instalación hotelera.
Uno de ellos pretendía envenenarlo mediante una píldora mortal disuelta en una jarra de batido de chocolate, que gustaba consumir en la cafetería.
Aunque muchos se preguntan cómo Fidel Castro sobrevivió a los más de 600 intentos de asesinato organizados por la Agencia Central de Inteligencia, lo cierto es que en el de referencia la cápsula quedó adherida al hielo del congelador donde estaba oculta, y no pudo ser utilizada por la mano asesina.
El 11 de julio de 1960 el Gobierno revolucionario nacionalizó el hotel, y a partir de entonces un cartel coronó la edificación con dos palabras: Habana Libre.
Emblemático además por su ubicación en quizás la más céntrica y transitada de las esquinas habaneras en La Rampa, barriada del Vedado, el hotel fue durante décadas de los preferidos por turistas nacionales y extranjeros a despecho de la construcción de otros en La Habana y de varios polos turísticos en la geografía cubana.
Un mojito en el bar Las Cañitas, adjunto a la piscina, resultó el preámbulo amoroso para parejas cubanas.
Otros amores y celebraciones han tenido de escenarios en su último piso al Salón Panorámico Sierra Maestra y el Cabaret Discoteca Turquino, dotado de un techo retráctil desde donde se abre un espléndido mirador.
El hotel también ha servido de sede para múltiples eventos, congresos, competiciones internacionales de ajedrez o cenas de gala, además de albergar a más de dos mil reporteros de todo el mundo durante la visita del papa Juan Pablo II a Cuba en 1998.
Sirvió además de centro de prensa oficial durante la histórica visita del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a la isla en 2016. De todo ello da cuenta su emblemático Salón de Embajadores y otras instalaciones.
El Habana Libre, además de sus atributos arquitectónicos e históricos, atesora importantes obras de la plástica cubana, incluido un mural en su frontis de Amelia Peláez y en sus salones obras de Alfredo Sosa Bravo y René Portocarrero.
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