Foto: Granma
Fue Chile y un terremoto ocurrido el 22 de mayo de 1960 el país que inauguró la ayuda internacional de la mayor de las Antillas, al aglutinar a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y otras organizaciones en la recaudación de donativos, y enviar aviones con médicos y medicinas y el buque mercante ‘Habana’ a socorrer a las víctimas de la catástrofe.
Las investigaciones reconocen ahí la primera semilla de lo que sería un ejercicio fecundo en más de 60 años de Revolución, si bien se advierte además en la génesis de la colaboración a la decena de médicos cubanos llegados a Argelia en 1963.
No importó que por aquellos días a la isla la impactara el éxodo del 50 por ciento de sus profesionales de la salud ante las campañas propagadas desde Estados Unidos.
La vocación solidaria de Cuba sostuvo en sus principios compartir lo que tiene, no lo que le sobra, y en ese afán de multiplicarse convirtió al país en una plaza para la formación de profesionales; de ahí que hoy en cualquier rincón del planeta un galeno puede contar la historia de su paso por la Escuela Latinoamericana de Medicina de esta capital.
En diálogo con Prensa Latina, el historiador e investigador Elier Ramírez afirma que la solidaridad forma parte de la tradición histórica y cultural desde el inicio de las luchas independentistas.
‘También con expresiones importantes durante la etapa de la república neocolonial burguesa -recordar los cientos de cubanos que defendieron la República española durante la Guerra Civil-‘, señaló.
El doctor en Ciencias Históricas, reconoce que no obstante es después del triunfo de la Revolución Cubana y con el liderazgo de Fidel Castro, que estos principios adquieren un carácter masivo, que distinguen a Cuba como ‘la isla de la solidaridad’.
Y ello bajo la concepción de que esta no solo ayuda y libera al que la recibe, si no también -y en muchas ocasiones aún más- al que la ofrece, insiste el investigador.
Contó esta tierra, además, con el ejemplo de Ernesto Che Guevara, ‘que no cayó defendiendo otro interés u otra causa que la causa de los explotados y de los oprimidos de América Latina’, como explica el líder histórico en sus conversaciones con el periodista español Ignacio Ramonet, recogidas en el libro Cien Horas con Fidel.
Convencido estaba el estadista de que la especie humana solo alcanzaría su máximo grado de desarrollo cuando cada pueblo sintiera en carne propia el dolor de los demás, y así lo expresó en acto de solidaridad con Cuba en la Iglesia Riverside, de Harlem, Nueva York, en septiembre del 2000.
Solo así se puede comprender cómo la pequeña ínsula del Caribe brindó su mano solidaria a los movimientos de liberación nacional de América Latina, África y Asia; escribió capítulos en Vietnam, Angola, Etiopía, Guinea Bissau, el Congo, entre otros, y contribuyó a la derrota final en Sudáfrica del apartheid.
Se entiende de esa forma que en un paraje de la Amazonia brasileña un médico cubano cure las heridas a un niño o asista un parto; mientras en la Venezuela intrincada un maestro enseña a leer y escribir bajo el método Yo Sí Puedo, creado por la educadora cubana Leonela Relys, para en pocos meses aprender.
Fueron los médicos de la isla los primeros en llegar al Perú devastado en 1970 por un terremoto, y Fidel Castro encabezó la lista de donantes de sangre para esa nación.
Elocuente es también el ofrecimiento de enviar a Estados Unidos más de mil galenos tras el azote del huracán Katrina, que arrasó New Orleans en 2005, invitación que el entonces presidente George W. Bush declinó.
Haití, Guatemala, Pakistán, Nicaragua, El Salvador, Armenia, México… son muchos los ejemplos de un internacionalismo cuyo reflejo está en todos los continentes, aunque si una hazaña reciente puede describirla mejor es la que enfrentan hoy los médicos cubanos ante una de las peores crisis sanitarias de la humanidad.
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Fruto de la solidaridad, la nación antillana abrió sus fronteras al crucero MS Breamar y permitió la repatriación por vía aérea de sus pasajeros, algunos de ellos confirmados con la Covid-19, ante la negativa de varios países de anclar en sus costas por la posibilidad del contagio.
Casi paralelamente, las autoridades despedían a una de las más de 57 brigadas médicas pertenecientes al Contingente Internacional ‘Henry Reeve’, que en más de 40 naciones contribuyeron al enfrentamiento a la epidemia, a partir de la experiencia acumulada, en la que resalta el combate al Ébola, en África Occidental.
Es por esa razón que cuando los casos de Covid-19 comenzaron a crecer a la cuenta de Cuba, la colaboración internacional trajo buques y aeronaves provistos de insumos médicos, jeringas, material de bioseguridad, medicinas, alimentos.
La confraternidad llega hasta aquí por estos días desde México, Venezuela, China, Jamaica, Italia, República Dominicana, Bolivia, entre otros países.
A la misma vez, los cubanos practican la solidaridad en disímiles proyectos surgidos de forma espontánea para recolectar medios de protección, medicamentos, aseo, comida y otras donaciones, en iniciativas que van desde las comunidades a algunas de alcance nacional, y en la que participan también las organizaciones de la sociedad civil.
La historia en sus ciclos constantes pareciera repetirse, cuando sitios como la propia Universidad de La Habana, donde un día hace 60 años se unieron jóvenes de la FEU para juntar ayuda y enviar a Chile, agrupa hoy a estudiantes que reparten donaciones a las provincias más afectadas por la pandemia en esta isla, mientras todo el mundo celebra el Día Internacional de la Solidaridad.
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