Dos matrimonios, infinidad de amantes, canalla de sonrisa cautivadora, fue un torbellino en la vida real, un hombre coloquial y nunca mejor dicho, Tesoro Nacional, como lo llamó el presidente Emmanuel Macron.
Lo vi una vez de cuerpo presente y de forma accidental. Yo estaba en el umbral de un canal de televisión francesa para tomar parte en un debate y como muchas veces los estudios se entrelazan, de pronto algo despertó un alboroto.
Era Belmondo, ya después de haber sufrido un accidente cerebrovascular, que se iba a ver en un programa con su compinche de los sets y amigo muy cercano, Alain Delon (A pleno sol, Rocco y sus hermanos, El gatopardo, El Tulipán Negro, Samurai…).
Fue en 2008 y era como haber recibido un flechazo para sacudir la memoria. Cartouche, El hombre de Río, El Profesional, Pierrot el loco, El Imperio del León y, por supuesto, el sello de Jean Luc Godard que lo lanzó al firmamento, A bout de souffle.
Fue la película llamada en español Sin aliento, que lo colocó en el pedestal de la Nouvelle Vague (la Nueva Ola) del cine francés en 1960. Apodado Bébel cariñosamente, fue dirigido por muchos de los grandes.
Además de Godard, Francois Truffaut, Claude Chabrol, Alain Resnais, Claude Lellouch, Phillipe De Broca, Vittorio de Sica y por Jacques Deray en Borsalino y compañía, al lado de Delon.
Nariz chata como consecuencia de sus incursiones en el boxeo, de rostro inextricable, se antojaba en ocasiones un charlatán dispuesto a las trapisondas. En otras, un seductor galán, sublime, lisonjero y amistoso.
Tenía 88 años, dejó tres hijos, Florence, Paul y Stella, y la trágica muerte de su otra musa, Patricia. Padre afectivo, según sus allegados, Bébel era hijo de un escultor y una pintora, nacido en el barrio parisino de Neully-sur-Seine.
Nos dejó muchos recuerdos y esa eterna sonrisa que invitaba a seguirlo en su espíritu aventurero.
npg/ft