Tiempo después trascendió que, luego del estallido en pleno vuelo, no hubo sobrevivientes y, entre los pasajeros, estaban los 24 integrantes de la delegación de esgrima que regresaban a la Patria victoriosos en el IV Campeonato Centroamericano y del Caribe de ese deporte, celebrado en Venezuela.
Emma Bárbara Alfonso Trujillo, por aquel entonces miembro del equipo de voleibol juvenil, evocó en exclusiva con Prensa Latina que ese día en la escuela no hubo clases, pues entre la emoción y la incertidumbre, los profesores y alumnos ‘no tenían cabeza para nada’.
‘La última vez que vi a Virgen Felizola, Inés Luaces, Milagros Peláez y Nancy Uranga fue la mañana antes de su viaje mientras iban a desayunar. Estábamos en una práctica de boleo con el entrenador Celestino Suárez y ellas nos preguntaron cuándo marcharíamos a nuestra competencia en Canadá’, rememoró.
Con Felizola mantenía un vínculo cercano, pues ambas cursaban la docencia en la misma aula y dormían en albergues continúos y, pese a su corta edad, la floretista, natural de la oriental provincia de Santiago de Cuba, acumulaba experiencias en torneos en Rumanía y Polonia.
‘Desde aquella fecha mantengo un luto que me durará toda la vida. Si tenía algún problema siempre acudía en mi ayuda. Recuerdo que cuando se divorciaron mis padres me aconsejó mucho. Le comenté que me iba de la escuela para acompañar a mamá en la casa y ella desaprobó esa decisión’, confirmó Alfonso Trujillo.
¿Qué pasó en 1976?
Beatriz Abreu cursaba el onceno grado en el preuniversitario Pablo de la Torriente Brau en Playa, La Habana, cuando el 15 de octubre de 1976 acudió al acto de despedida de duelo de los conocidos tiempo después como Mártires de Barbados, en la Plaza de la Revolución y con la presencia del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.
‘Llegamos a la escuela y organizaron nuestra salida para la Plaza. Estábamos tan cerca de la tribuna que pudimos ver a los familiares conmovidos, si bien en el sitio había miles de personas. Es imposible hoy precisar la cifra. El silencio solo era interrumpido por los sollozos y las palabras de Fidel’, reveló.
Ese día el dirigente cubano pronunció un discurso emblemático: ‘(…) han ascendido para siempre al hermoso Olimpo de los mártires de la patria (…) lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen de Barbados y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla’.
En ese año, aumentaron los ataques terroristas, aupados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a diplomáticos, aviones y embarcaciones de la isla que, a juicio de los historiadores, constituyeron la venganza contra Cuba por su participación en la derrota contra el apartheid sudafricano en Angola.
Las investigaciones tras la voladura del avión civil con 73 personas a bordo— 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco coreanos— resultaron en el arresto de los ciudadanos venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, autores materiales encargados de colocar las cargas explosivas en un viaje anterior de la nave.
Años después, un documento desclasificado por la CIA de junio de 1976 descubriría cómo el terrorista cubano Orlando Bosch ideaba colocar una bomba en un vuelo de la aerolínea Cubana de Aviación, en la ruta Panamá- La Habana, con fechas para las acciones.
Luego del atentado, la policía venezolana detuvo a Bosch y al exagente del servicio de inteligencia norteamericano de origen cubano Luis Posada Carriles y allanó su oficina de Investigaciones Comerciales, donde aparecieron pruebas y equipos vinculados al conocido como Crimen de Barbados.
El largo proceso judicial contra ellos en la nación suramericana experimentó irregularidades y presiones por el gobierno de Estados Unidos y la CIA, y en 1982 Carriles huyó de una cárcel venezolana hacia El Salvador, país desde el cual intervino en asesinatos a revolucionarios y el tráfico de drogas.
Refiere la historiografía que, hasta su muerte el 23 de mayo de 2018, perpetró acciones terroristas, permaneció en prisión durante un breve espacio de tiempo en el año 2000 en Panamá—liberado por la entonces presidenta Mireya Moscoso— después de un intento de magnicidio contra Fidel Castro.
De acuerdo con los especialistas, Bosch fue declarado inocente y hasta su muerte en 2011 residió en la ciudad de Miami, Estados Unidos, y años más tarde, cuando le preguntaron por las víctimas civiles del sabotaje al avión, afirmó que todos eran miembros del gobierno comunista cubano y merecían morir.
¿Cómo era Virgen Felizola?
Integrante del equipo de florete femenino, Felizola nació en 1959 y, a juicio de los expertos, era una de las deportistas con grandes perspectivas de integrar la selección nacional de su disciplina en las próximas Olimpiadas de 1980 en Moscú.
Su compañera Alfonso Trujillo la recuerda ‘tímida, inteligente, responsable y estudiosa. El uniforme estaba siempre limpio y el cabello bien peinado. Las derrotas la ayudaban a seguir adelante y me decía que, si Fidel no hubiese bajado de la Sierra Maestra, ella, oriental, negra y pobre, quizá no habría podido estudiar’.
Admiradora del médico argentino-cubano Ernesto (Che) Guevara de la Serna, la joven Felizola entrenaba en un imponente edificio de Prado 207, hoy sede de la Escuela Nacional de Ballet, antiguo palacio de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana.
‘Cuando no acudían a ese espacio, compartíamos la calle 5ta Avenida, alrededor de las seis o siete de la mañana, para preparaciones de rutinas previas a las competencias. Seguían una dinámica fuerte como miembros del equipo nacional’, refirió.
Algunas veces la madre de Emma acompañaba a Virgen a las reuniones de padres y en una de ellas le regaló el libro A fin de cuentas, del escritor soviético Boris Polevói, testimonio de su autor como corresponsal del periódico Pravda, órgano oficial del Comité Central del PCUS hasta 1991.
‘En esa recopilación de notas, el periodista cuenta las atrocidades de los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando estuve en una base de entrenamiento en Alemania, en julio de 1977, aproveché la ocasión para visitar el crematorio de Núremberg mencionado en el texto’, concluyó.
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