‘Mujer sentada (1927), ‘Cabeza’ (1928) y ‘Paisaje’ (1936) integran la exposición organizada por la embajada de Cuba ante la Santa Sede y el Pontificio Consejo de la Cultura, con la colaboración de la galería Bettini and Co. y su director general, Eriberto Bettini, curador de la muestra.
En representación del presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, cardenal Gianfranco Ravasi, participó en la actividad el monseñor Carlos Azevedo, acompañado por el sacerdote Benjamín Aguirre.
Asistieron también el embajador de Cuba en Italia, José Carlos Rodríguez, junto a otros representantes del cuerpo diplomático y de la Santa Sede, entre otros invitados.
En su discurso, el embajador de la isla ante la Santa Sede, René Juan Mujica, destacó la figura de Víctor Manuel como uno de los artistas plásticos más reconocidos de su país.
Precisó que las restricciones impuestas por la pandemia limitaron el tamaño de la muestra, sin perjuicio para su significación y alcance como hecho cultural.
Por el contrario, indicó que es expresión de una vigorosa tradición, la cual -afirmando su identidad a la vez que sus lazos con las corrientes universales- se sobrepone a las circunstancias difíciles y enfrenta los retos del porvenir con esperanza, optimismo y confianza en la capacidad humana para vencerlos.
El diplomático expresó confianza en que ‘ese espíritu y los puentes que es capaz de tender la cultura, poseen también un valor para la función diplomática que realizamos ante la Santa Sede y la Soberana Orden de Malta, en el empeño común de alcanzar un futuro mejor para la humanidad’.
El crítico de arte Luciano Caprile exaltó los valores de la obra de Víctor Manuel, quien estuvo en contacto con los grandes maestros de su época, sobre todo en París, sin dejarse ‘envolver por las revoluciones propuestas por las vanguardias’, sino que las acogió para nutrir el claro diseño protegido por la sensibilidad original.
Por su parte, Eriberto Bettini resaltó, en declaraciones a Prensa Latina, el significado de la muestra como un homenaje a uno de los grandes de la pintura cubana, después del reconocimiento tributado el año pasado a Wifredo Lam, en el mismo lugar.
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