Aquel 20 de octubre -hoy Día de la Cultura Cubana-, aún bajo la emoción del triunfo independentista en Bayamo (en el oriente de la isla) y a petición de la muchedumbre –contaron después los testigos-, Pedro Figueredo Cisneros (Perucho) cruzó las piernas sobre su caballo y escribió en una hoja de papel el texto de la marcha que era tarareada por todos.
En ese momento los bayameses entonaron el que sería el Himno Nacional de todos los cubanos, instituido como tal a partir de la Constitución de 1901; solo pasaron a la historia las dos primeras de las seis estrofas originales:
Al combate corred, bayameses, / que la patria os contempla orgullosa. / No temáis una muerte gloriosa / que morir por la Patria es vivir. / En cadenas vivir, es vivir / en afrenta y oprobio sumido. / Del clarín escuchad el sonido, / áA las armas valientes, corred!
En su artículo 2, la actual Constitución expresa: Los símbolos nacionales son la bandera de la estrella solitaria, el Himno de Bayamo y el escudo de la palma real.
La Bayamesa, himno patriótico, tituló Figueredo su obra, en el periódico El Cubano Libre, el 27 de octubre de 1868.
La belleza, vigor patriótico y armonía del contenido, acorde con la música, la convierten en un todo, lo que hace pensar a sus estudiosos que Perucho la concibió previamente al glorioso día de la liberación de Bayamo.
El llamado al combate conserva siempre la frescura del primer día y José Martí publicó su letra y música el 25 de junio de 1892, en el periódico Patria, cuando preparaba la nueva contienda independentista que estalló el 24 de febrero de 1895.
NACIMIENTO DEL HIMNO
La casa del abogado y propietario rural bayamés y de su esposa Isabel Vázquez Moreno (poetisa), y madre de sus 11 hijos, era centro de tertulias literarias, de frecuentes veladas y conciertos y, también, el lugar apropiado para iniciar en Bayamo la conspiración independentista contra el colonialismo español.
En su piano compuso el 14 de agosto de 1867 la música de la marcha patriótica pedida por sus compañeros y, en secreto, el 8 de mayo de 1868, entregó las partituras a su amigo el músico Manuel Muñoz Cedeño para que hiciera la instrumentación con la orquesta de la Iglesia Mayor.
En presencia del jefe español de la plaza, teniente coronel Julián Udaeta, que lo increpó por el tono de la misma, tuvo la osadía de estrenarla en las festividades del tradicional Tedeum y la procesión del Corpus Christi, el 11 de junio de 1868.
Luego, el 8 de noviembre de 1868, un coro de 12 bayamesas –preparadas por Muñoz Cedeño- cantó el himno en un acto significativo, en la Plaza Mayor: la bendición de la bandera -enarbolada el 10 de octubre de 1868- y la jura de la misma por la división de Bayamo.
CÉSPEDES Y FIGUEREDO
Perucho agrupó a los bayameses y cooperó en la toma de Bayamo por las fuerzas insurrectas, al apoyar la decisión del hombre que se adelantó a la historia el 10 de octubre de 1868 y exclamó a sus adversarios: ‘Yo me uniré a Céspedes y con él marcharé a la gloria o al cadalso’, frase plasmada en su estatua en Bayamo.
Desde la juventud fue amigo personal de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819-1874), el primer presidente de la República en Armas; lazos afectivos unían a las dos familias.
Pedro Figueredo Cisneros (1818-1870) era consuegro del Padre de la Patria y de su hermano Francisco Javier de Céspedes y del Castillo (1821-1903), mayor general y presidente provisional de la República de Cuba en Armas, en 1877.
Su hija mayor Eulalia (Cayita) fue la esposa del primer hijo de su amigo, Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, y otra Blanca Rosa (Blanquita) casó con Ricardo de Céspedes y Céspedes, hijo de Francisco Javier. Todos secundaron el alzamiento de 1868 y los dos jóvenes alcanzaron el grado de coronel.
Abogado, periodista, pintor, sus cuadros de costumbres, poesías satíricas y escritos teatrales están dispersos, o perdidos como su colección de caricaturas.
Fue Mayor general del Ejército Libertador y subsecretario de la guerra del primer gobierno de la República en Armas (abril de 1869).
Figueredo cayó prisionero al asaltar los españoles una ranchería mambisa donde permanecía enfermo, inválido, y fue fusilado en Santiago de Cuba, el 17 de agosto de 1870.
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*La autora es historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina.