La caravana automovilística Puentes de Amor se desplazó más lenta, pero sin arriar las banderas y alborotó a una ciudad que vivía el letargo dominical, hasta llegar al destino preconcebido: el emblemático parque Belisario Porras, frente al vetusto edificio de la Embajada de Cuba.
Allí, con malabares para protegerse de la lluvia, los miembros de la representación diplomática y sus familiares esperaron la llegada de la comitiva de compatriotas residentes en el Istmo, unidos a panameños y chilenos solidarios con la isla caribeña, para unir sus voces al clamor mundial de “no más bloqueo”.
Humberto Pérez, presidente de la Asociación Martiana de Cubanos Residentes en Panamá, quiso dejar constancia oral de una “jornada más de lucha en contra de esas injustas sanciones, esas que por más de 62 años pesan sobre nuestras familias”.
En sus breves palabras a los caravanistas y demás amigos agrupados donde el busto al apóstol de Cuba José Martí, fue enfático al decir que “hoy, a pesar de los pesares, pésele a quien le pese, se hizo la caravana”, al tiempo que felicitó a los panameños por el inicio mañana del Mes de la Patria y sus celebraciones históricas.
El gobierno de Estados Unidos “amenaza con más sanciones a nuestra tierra, a nuestros hermanos”, exclamó y reveló que dentro de los llamados al odio e intentos de división a la emigración cubana “no faltan los llamados a sumarnos a la desestabilización en la isla”.
La advertencia la hizo alto y claro: “sí es para odiar, con nosotros no cuenten, lo nuestro todo es amor”, al tiempo que desde su improvisada tribuna pidió el cese de las provocaciones, la injerencia extranjera en los asuntos internos de su país y las sanciones contra ese pueblo.
Y como quien tiende una alfombra roja a los confundidos, lanzó un mensaje a los paisanos que desde Panamá “apoyan esos planes desestabilizadores, a no atentar contra sus propios familiares, contra sus propios hermanos, que son los primeros que sufren las consecuencias de ese criminal bloqueo”.
Al compartir con Prensa Latina sus impresiones sobre la jornada, la embajadora de la isla aquí, Lidya Margarita González, aseguró que no porque se repitan las experiencias “llega uno a acostumbrarse y vuelve a sentir las emoción del himno nacional, de la música cubana, del encuentro y de los carros recorriendo las calles”.
Como colofón, la foto de familia junto a Martí y la música cubana recibió del clima una reverencia, pues la lluvia cesó y dejó una agradable temperatura, mientras las nubes protegieron del inclemente sol tropical, muchas veces antes desafiado por este mismo grupo defensor de los suyos.
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