Cargada de simbolismo, la institución evoca el 28 de enero de 1960, cuando el propio líder entregó el siniestro enclave al Ministerio de Educación para cultivar inteligencias en antros que antes del triunfo revolucionario solo conocían de violencia, torturas y muerte.
En este lunes de reinicios y reafirmación diversos, los espacios abiertos, las aulas y pasillos fueron colmados por estudiantes de las enseñanza primaria y secundaria, algunos de la mano de sus padres que expresaron la alegría y la confianza del retorno tras largos meses de pausa por la Covid-19.
En la enorme edificación dividida en bloques, que ocupa una manzana completa en la parte más alta de la accidentada topografía de la urbe, las paredes convirtieron en aulas los pabellones que servían de dormitorios a los soldados de Fulgencio Batista y los calabozos devinieron comedores.
En su interior, funcionan cinco escuelas primarias y una secundaria básica, todas independientes y con nombres de mártires del asalto, donde miles de niños y jóvenes reciben la enseñanza gratuita que es rasgo distintivo del sistema nacional de educación.
El que fuera segundo baluarte militar cubano fue construido en 1859 y su nombre inicial de cuartel del Nuevo Presidio cambió en 1868 por el de Reina Mercedes en honor a la esposa del rey español Alfonso XII para tomar luego el nombre definitivo en homenaje al jefe insurrecto Guillermón.
Durante los días inaugurales del triunfo del Ejército Rebelde, la imagen de los barbudos guerrilleros derribando a golpe de mandarria los muros de las principales instituciones castrenses resultó un signo anunciador de la inmensa obra educacional que levantaría el sistema socialista en la Isla.
Los alumnos vacunados contra el SARS-CoV-2 y la aplicación de estrictas medidas epidemiológicas devienen razones de tranquilidad para las familias, como ocurre a lo largo y ancho de la Isla en una inequívoca señal de la estabilidad y la paz que en ella se respiran.
mem/mca