El dos de julio de 1846, en la casa enclavada en la calle San Rafael (actual Céspedes), en esta ciudad, José Joaquín Sánchez Marín e Isabel María de Valdivia y de Salas recibían en su hogar al primer hijo varón, bautizado como Serafín Gualberto.
A través de textos consultados se descubre a un Serafín ya convertido en un joven apuesto, de elevada estatura, de trato amable, que además de estar preparado como agrimensor imparte clases en una escuelita en Morón -en la hoy vecina provincia de Ciego de Ávila-.
Con apenas 22 años de edad se alzó al frente de 45 hombres armados de escopetas, en febrero de 1869, en la finca Los Hondones, en la localidad de Sancti Spíritus.
De él diría en su diario de guerra el camagüeyano Bernabé Boza, Jefe del Estado Mayor de Máximo Gómez: “El General Serafín Sánchez tiene cara de Jefe, es muy simpático a pesar de ser serio; es culto y fino. El autor del libro Héroes Humildes”. Y seguidamente añadiría:
“Sus soldados, que es a quienes hay que creer en este sentido, dicen que es muy valiente. Me parece que este Jefe es, después de Gómez y Maceo, el mejor General que tenemos en la guerra hoy”.
El paladín espirituano al marchar a Estados Unidos en 1891 tiene el privilegio de contactar con el Héroe Nacional cubano José Martí (1853-1895) y de ese encuentro nacería una profunda amistad.
“Entre 1891 y 1895, el Apóstol envió más de 134 cartas, telegramas y cables a Serafín, que de esta forma se convirtió en el segundo hombre a quien más escribió Martí, solo superado por su gran amigo mexicano Manuel Mercado (…)”, reseña el historiador Gonzalo Carlos Gómez.
Sánchez escribió breves biografías de héroes populares de la guerra y a petición de Martí esos trabajos fueron compilados en el libro Héroes Humildes y también respondió, a igual petición, con el poemario Los poetas de la guerra.
José Martí dijo en el periódico Patria, en marzo de 1893, “(…) uno de los hombres de más dignidad y entereza que conozco, más sano y generoso, y de utilidad verdadera para Cuba, es nuestro general Serafín Sánchez”.
Participó en más de 120 combates contra las tropas españolas y en el último, herido de muerte, en desigual batalla contra las fuerzas colonialistas españolas, pronunció: ¡Me han matado! ¡No es nada, siga la marcha! Tenía 50 años de edad.
A 125 años de su caída en combate siguen vivos su ejemplo de patriota y su llamado a los cubanos a continuar adelante sin injerencias.
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