Una vez más, desde muy temprano, serán niños, adolescentes y jóvenes quienes reeditarán las acciones combativas en las estaciones de las Policías Nacional y Marítima, en la primera de las cuales cayeron combatiendo los tres atacantes.
Cada 30 de noviembre, desde entonces, la urbe evoca en las calles aquel acontecimiento encabezado por el Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, Frank País García, quien demostró su capacidad organizativa y sus dotes como estratega militar a pesar de su inexperiencia y juventud.
En la llamada Loma del Intendente, en el punto más alto del barrio de El Tivolí, tendrá lugar la conmemoración central en el actual Museo de la Clandestinidad, en cuyos alrededores se darán cita diversas generaciones de cubanos y las flores frescas expresarán la reverencia a los mártires.
Aunque azares diversos impidieron que el levantamiento coincidiera con el arribo de los revolucionarios que navegaban en el yate Granma procedentes de México, su impacto fue notable al evidenciar la efervescencia rebelde en el país, de lo cual también dieron fe los posteriores acontecimientos.
En sus memorias, recogidas en el libro El rostro descubierto de la clandestinidad, Gloria Cuadras describe aquella madrugada y el orgullo legítimo experimentado al ver a Frank, Armando Hart y Taras Domitro, entre otros, ponerse por primera vez el uniforme verde olivo.
Ese atributo, junto al brazalete del Movimiento insurreccional, fueron los dos símbolos que salieron también a combatir en esa jornada memorable, en la cual, según sus palabras, Pepito, Tony y Otto “habían caído en el asalto a la Estación de Policía, peleando como leones”.
msm/mca