Cuando el meteoro tocó tierra en la isla de Siargao, en la costa este central, había alcanzado vientos sostenidos de 260 kilómetros por hora y ráfagas de más de 300, equivalente a un huracán categoría 5 en el Atlántico.
El Consejo Nacional de Gestión y Reducción del Riesgo de Desastres agregó que en la provincia central de Misamis Oriental, el río Agay-ayan se desbordó e inundó calles y casas con agua y lodo. Se espera que la tormenta viaje por las regiones central y sur del país, donde el suelo ya está saturado e inestable por las fuertes lluvias de la semana.
La representante de la organización humanitaria Catholic Relief Services Philippines, Karen Janes Ungar, declaró que muchos temen que se repita el panorama del tifón de 2011 y el otro de 2013.
Muchos vivieron este último, llamado Yolanda, que mató a más de seis mil filipinos.
La mayor preocupación son las ciudades más pequeñas en la costa, hogar de pescadores y poblaciones más pobres que podrían no tener acceso a los anuncios del gobierno o no poder evacuar, agregó.
Las aerolíneas cancelaron decenas de vuelos, mientras que las autoridades de transporte prohibieron los viajes por mar y tierra en el centro y sur de Filipinas.
El presidente de la Cruz Roja Filipina, Richard Gordon, señaló que sus equipos están repartidos por la costa este, ayudando a organizar los grupos de primeros auxilios, alimentos y agua, y suministros como mantas y equipo de seguridad.
Rai es la decimoquinta tormenta que azota el país este año, lo que agrava la labor de las personas que aún se están recuperando, pues millones todavía están reconstruyendo sus hogares y sus medios de vida, añadió.
Filipinas se ve afectada por un promedio de 20 tormentas y tifones cada año, y los científicos aseguran que tales eventos climáticos se están volviendo más graves como resultado del cambio climático.
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