Cuando Santiago de Cuba se apresta a festejar ese acontecimiento que tuvo lugar en su punto más céntrico, el Ayuntamiento municipal frente al parque Céspedes el primer día de enero de 1959, esas son dos razones muy fuertes para el aliento y el optimismo, tras 12 meses difíciles.
Como sucede siempre para esta fecha, la trama urbana rejuvenece y exhibe sus galas más hermosas, al cabo de sus 506 años, con el remozamiento de edificios principales, el adorno de calles y avenidas, los preparativos para las ofertas gastronómicas y las propuestas musicales.
Punto neurálgico de esta efervescencia es el antiguo inmueble desde cuyos balcones el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro (1926-2016), proclamó la victoria de la insurrección contra la tiranía de Fulgencio Batista y donde cada 31 de diciembre, desde el primer año del siglo XX, se realiza la ceremonia de la Fiesta a la Bandera.
Esa tradición patriótica, iniciada por el primer alcalde republicano, Emilio Bacardí, volverá a juntar a cientos de familias que desde el corazón urbano y con la primera Catedral de la isla a sus espaldas, alzarán sus pensamientos para pedir un buen 2022.
Las enormes banderas que tremolan en sitios emblemáticos de la urbe ponen una nota colorida que alude a los valores nacionales, insertada en un paisaje ondulado que escoltan el verde de las montañas de la Sierra Maestra y el azul del mar Caribe.
A esos motivos que animan a los santiagueros se suma la condición de ciudad creativa en la música, recientemente otorgada por la Unesco, lo cual deviene incentivo especial para cultivar con mayor esmero la trova, el son, el bolero y el canto coral que les son inherentes.
gas/mca