Aunque la pandemia se empeñó en derramar escepticismo, los organizadores de Tokio 2020, atletas y demás involucrados ahogaron los alaridos de aquellos incapaces de advertir que cuando se pone alma y corazón a las acciones, las rodillas tocan el suelo y brotan los resultados positivos.
Más de 205 delegaciones otorgaron vida eterna a la cita bajo los cincos aros más atípica y compleja de la historia durante dos semanas -del 23 de julio al 8 de agosto- de pruebas de fuego entre medidas sanitarias… pero el mundo brilló con luz propia y las naciones dieron lustre a los eventos.
CUBA, ÉXITO APOTEÓSICO
A más de 12 mil kilómetros de distancia, Cuba logró actuaciones extraordinarias: un lugar 14 en el medallero general que dejó atónitos a sus detractores y 15 medallas -siete oros, tres platas y cinco bronces- envueltas en abrazo y felicidad extrema.
La mayor de las Antillas se convirtió en la cuarta nación capaz de sumar esa cantidad de metales dorados con un grupo de clasificados inferior a los 70 miembros desde la justa de Roma 1960.
Exactamente, viajó con 69 exponentes, y tal gesta solo fue alcanzada por Turquía en 1960 (49 atletas-siete doradas), Rumanía en Seúl 1988 (68-siete) e Irán en Londres 2012 (53-siete).
Además, rindió su mejor presentación de los últimos 13 años, al superar los resultados de Beijing 2008 (tres-10-17), Londres 2012(cinco-tres-siete) y Río de Janeiro 2016 (cinco-dos-cuatro), por lo que cumplió el designio pre-competencia de cerrar entre los 20 principales protagonistas de la justa multidisciplinaria.
Otra vez el boxeo devino faro y guía gracias a sus cuatro liderazgos por intermedio de Andy Cruz, en los 63 kilogramos, Roniel Iglesias (69), Arlen López (81) y Julio César la Cruz (91), así como el tercer escaño de Lázaro Álvarez (57).
La lucha tampoco falló con el enorme (y legendario) grequista Mijaín López (130) y el eléctrico Luis Orta (60), que junto a la dupla de canoístas de Serguey Torres y Fernando Dayán Jorge (C2 a mil metros) completaron a los campeones del país, que se unió a Brasil (siete-seis-ocho) como los líderes de Latinoamérica.
Así, el territorio caribeño (84-69-82) se ratificó como el segundo más laureado del continente americano en la historia, detrás de Estados Unidos, y el líder entre todas las naciones hispanohablantes.
BRASIL RATIFICÓ PODERÍO
Aupada por el oro en fútbol, Brasil volvió a ratificarse como la actual potencia de América Latina, al cerrar en el duodécimo escaño con 21 premios, siete de ellos de oro, su récord en unos Juegos Olímpicos.
La cosecha final del gigante suramericano agregó seis platas y ocho bronces para romper así su marca histórica (7-6-6) de cuando albergó la lid en 2016 en Río de Janeiro.
Empero, tampoco se pueden obviar los resultados de otras naciones de la región, como Ecuador que lució inmensa en el levantamiento de pesas con Neisi Dajomes y Tamara Salazar, oro y plata, respectivamente, mientras Richard Carapaz se erigió campeón en el ciclismo de ruta.
También brillaron Colombia, México, Ecuador y Venezuela, que tuvo en la triplista Yulimar Rojas a su gran estrella, al tiempo que República Dominicana exhibió a Marileidy Paulino, ganadora de dos metales plateados en 4×400 y 400 metros planos en el atletismo.
A nivel global, Estados Unidos (39-41-33) lideró la tabla de posiciones, por delante de China (38-32-18), Japón (27-14-17), Reino Unido (22-21-22) y el Comité Olímpico Ruso (20-28-23).
EL PESO DE LAS MEDALLAS
Bermudas obtuvo en Tokio 2020 su primer oro en la historia. Flora Duffy nadó, pedaleó y corrió hasta ganar el triatlón femenino para un territorio cuyos 65 mil habitantes caben perfectamente en el Nuevo Estadio Olímpico de Japón. Relatos de este calibre recuerdan el por qué era necesario hacer realidad la más glamurosa de las citas deportivas y respetar los himnos nacionales -y el concierto para Piano Número 1 de Tchaikovsky-, desde el primer título entregado a la tiradora china Qian Yang, en 10 metros carabina de aire comprimido.
A partir de ese instante, el drama fue hilvanado entre la felicidad de la estadounidense Lydia Jacoby, sorpresiva líder en los 100 metros pecho de la natación, y el lamento de los anfitriones tras la eliminación en el tenis de su estrella Naomi Osaka, elegida para encender el pebetero.
Las emociones florecieron como cuando Carapaz escaló el Olimpo en bicicleta, gracias a su presea dorada en el ciclismo de ruta, bajo un sol potente y temperaturas cercanas a los 38 grados Celsius.
También emergieron los sentimientos con las retiradas de algunos concursos de la estadounidense Simone Biles, quien ante la presión decidió tomarse un tiempo para cuidar su salud mental.
Todo ello contrastó con el poco ambiente olímpico reinante en la megaciudad, imponente desde cualquier ángulo, pero silenciada por una pandemia capaz de malograr el sueño de algunos, justo cuando el temor colectivo fue dar positivo en un test.
Y es que el componente emocional devino gran protagonista de Tokio 2020, por el silencio en las tribunas, las lágrimas de ganadores y perdedores y el llamado a la resiliencia en unos días vistos como un viaje de esperanza para la humanidad.
Después de un año entre el amasijo de dudas en torno a su celebración, el programa tuvo lugar en medio de un coctel de sensaciones, y para variar, hasta el tifón Nepartak arañó su calendario.
No obstante, los atletas mantuvieron los anhelos y concentraron sus esfuerzos para obtener una de las preseas a base de materiales reciclados, algo que elevó el regocijo hasta niveles sorprendentes, y un poco más allá si se consiguió entre ribetes inéditos.
(*) Editor jefe de la redacción Deportes de Prensa Latina.
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