“Nuestro padre fallecido”, dijo en su elogio fúnebre, fue un cruzado en la lucha por la libertad, la justicia, la igualdad y la paz, no solo en Sudáfrica, su país de nacimiento, sino también en todo el mundo.
Mientras que nuestro amado Madiba (Nelson Mandela), sostuvo, fue el padre de nuestra democracia, el Arzobispo Tutu fue el padre espiritual de nuestra nueva nación.
Tal fue su impacto e influencia generalizados que se han recibido tributos de presidentes actuales y pasados, líderes religiosos, monarcas, legisladores, partidos políticos, músicos y artistas, y gente común de todos los rincones del mundo, añadió Ramaphosa.
Hay muchas imágenes que tenemos de él que hablan no solo de la fuerza de sus convicciones, sino de cuán profundamente sentía la angustia y el sufrimiento infligido a otros por la injusticia y la intolerancia, recordó.
No se contentó con denunciar el apartheid en conferencias, conciertos benéficos o foros internacionales. Él estuvo allí, con los luchadores por la libertad, enfrentándose al régimen y consolando a sus víctimas.
Asimismo, prosiguió el Presidente, estaba con los desamparados, los perseguidos, los enfermos, en los albergues y en los hogares.
A través de la Fundación Desmond Tutu VIH, expresó, participó en el tratamiento y la atención de las personas que viven con el VIH y el sida, en la prestación de servicios de salud a adolescentes y en el empoderamiento de las mujeres jóvenes, abogó por los derechos Lgbtqi+ y condenó todas las formas de violencia y discriminación.
También era un partidario abierto de la causa palestina, rememoró, y en 2014 escribió un poderoso artículo en el que pedía a israelíes y palestinos que se encontraran y hicieran la paz.
En consecuencia, resumió Ramaphosa, al homenaje más apropiado que podemos rendirle es asumir la causa de la justicia social por la que hizo campaña incansablemente.
La suya fue una vida vivida de forma honesta y completa. Ha dejado el mundo en un lugar mejor. Lo recordamos con una sonrisa, concluyó el Presidente.
mem/mv