En la sala Covarrubias del Teatro Nacional, el músico y activista radicado en Estados Unidos dio muestras de su vocación por el arte, gratitud y solidaridad con la tierra que lo vio nacer, en un concierto de altos quilates donde reafirmó que la música es un lenguaje para unir a los pueblos.
De Minnesota a La Habana, el artista llegó no sólo para refrendar su talento, también trajo consigo una carga de solidaridad contentiva de insumos médicos e instrumentos musicales que fueron a manos de los estudiantes en el sistema de enseñanza artística de la isla.
«Solo retribuí todo lo que recibí acá, mi formación y carrera», confesó en franca alusión a las muchas acciones “que podemos hacer respetando cualquiera de las ideas políticas que tengamos».
Oportuno mensaje dirigido a las administraciones de la Casa Blanca que mantienen por más de 60 años la política del bloqueo económico, comercial y financiero a la nación caribeña.
Cuba no se va a rendir. Cuba vive y está lista para recibir a quienes desean venir a este gran país a colaborar respetuosamente, expresó el músico sobreviviente de la Covid-19 y agradecido por la labor de los profesionales de la salud que contribuyeron a salvarle la vida dentro y fuera del país.
Al piano, Herrera rindió homenaje al Premio Nacional de Música Frank Fernández, uno de sus principales mentores en la ejecución del instrumento, secundado por la destreza del violinista y amigo Lázaro Dagoberto González, integrante de la Orquesta Aragón.
El repertorio de la noche abarcó clásicos como Rhapsody in Blue y Summertime, de George Gershwin, y Smile, de Charles Chaplin, hasta las recreaciones del jazz latino profesado por Nachito, quien reinterpretó obras de Bach y Chopin, pasando por tributos al pianista cubano Ernesto Lecuona y la imprescindible Cuba que linda es Cuba.
Acompañado por la orquesta Habana Jazz, el coro Entrevoces y la banda de estudiantes del conservatorio Amadeo Roldán, Herrera también compartió escena con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la batuta de su director titular Enrique Pérez Mesa y la conductora estadounidense Marlene Pauley, invitada por primera vez al Jazz Plaza.
Más de 15 conciertos a cargo de músicos de nueve países tuvieron lugar en cuatro sedes de la capital cubana que acogió el Festival, al tiempo que sesionó el Coloquio Internacional de Jazz Leonardo Acosta, convertido en una plataforma para promover el conocimiento sobre las últimas tendencias del género en Cuba y el mundo.
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