Ese tejido invisible creció desde el 30 de noviembre de 1889 a lo largo de tres siglos hasta hoy, marcado por las circunstancias históricas y los afanes de los cubanos por la libertad: nacido en La Habana, hace hoy 169 años, coyunturas diversas hicieron que el Apóstol de la Independencia imprimiera su impronta definitiva en la urbe.
Aunque determinados puntos no corresponden actualmente a la jurisdicción de la provincia de Santiago de Cuba, la realidad es que aquí radicó la capital del Oriente cubano y fue en esta zona geográfica donde desembarcó el adalid acompañado por Máximo Gómez el 11 de abril de 1895.
Ese arribo tuvo lugar por Playitas de Cajobabo, en la costa sur-oriental hoy perteneciente a la provincia de Guantánamo, y fue desde allí que se inició la azarosa caminata por esos parajes de tierra cubana.
Lo mismo puede afirmarse en la demarcación provincial de Granma acerca de Dos Ríos, el sitio en que fue abatido por tropas españolas el 19 de mayo de 1895, apenas días después del mes de la llegada por aquel abrupto recodo del litoral.
Sin embargo, a partir de esa fecha lamentable, fue definitivo el entrecruzamiento entre el cuerpo inerte de Martí y el territorio santiaguero, donde ocurrieron los cinco enterramientos y el traslado de los restos en ámbitos de los municipios de Contramaestre, Palma Soriano y San Luis.
Cuando el 30 de junio de 1951 quedó inaugurado el Mausoleo para atesorar sus cenizas en el cementerio de Santa Ifigenia, encontraba reposo una vida de 42 años que se entregó sin límites a la causa por la independencia de Cuba y germinó, a contrapelo de la lógica, en el alma de sus hermanos.
El entorno patrimonial del asalto al Cuartel Moncada, protagonizado por Fidel Castro y jóvenes revolucionarios el 26 de julio de 1953, lo recuerda cada día como autor intelectual de esa gesta, tal y como lo afirmara con vehemencia el novel abogado durante el juicio que enfrentó por el hecho.
Fue esa convicción la que inspiró al escultor Alberto Lescay para erigir, en una de las esquinas de la populosa arteria nombrada como el héroe y muy cerca de la antigua fortaleza militar, una escultura que lo mantiene omnipresente en la cotidianidad de los lugareños.
En sus 506 años, la ciudad heroína se empina cada día y cuenta en sus afanes con la fuerza telúrica de ese “misterio que nos acompaña”, como considerara al cubano universal el poeta Lezama Lima.
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