Continúa siendo presencia permanente y leyenda al mismo tiempo.
Nació hace 90 años -el 6 de febrero de 1932- en Lawton, La Habana, en el hogar de los emigrados españoles Emilia Gorriarán y Ramón Cienfuegos, humilde sastre, donde recibió desde la niñez una educación de fuertes valores cívicos.
Muy joven comenzó a trabajar por razones económicas y no pudo realizar estudios superiores luego de permanecer un año en la escuela elemental anexa a la Academia de Pintura, Dibujo y Escultura San Alejandro.
Era prácticamente desconocido cuando tomó parte, sin ser alumno, en manifestaciones contra la dictadura de Fulgencio Batista, convocadas por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en homenaje y desagravio a los héroes nacionales Antonio Maceo y José Martí.
Así resultó herido en la protesta de los jóvenes capitalinos el 7 de diciembre de 1955, en el parque Maceo, y luego agredido por agentes batistianos, detenido y fichado en el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC) el 28 de enero de 1956, en el Parque Central de La Habana.
Luego partió a Nueva York, donde tuvo noticias de los preparativos revolucionarios de Fidel Castro y sus compañeros en México; allá viajó y fue el último de los expedicionarios del yate Granma incorporados, embarcación que arribó a costas orientales cubanas el 2 de diciembre de 1956.
Camilo integró el grupo inicial rebelde; en el primer año de la guerrilla recorrió el camino de soldado a capitán y Ernesto Che Guevara lo bautizaría «señor de la vanguardia» pues estuvo en la avanzada -de sólo cuatro hombres- de la Columna Uno comandada por Fidel y después como jefe del pelotón de vanguardia de la Columna Cuatro.
El 16 de abril de 1958 ganó el grado de comandante durante su incursión de 53 días al llano con una pequeña tropa guerrillera que el 31 de marzo había partido de «El Dorado», Sierra Maestra, la primera que operó fuera de la protección de las montañas, haciendo un triángulo entre Las Tunas, Holguín y Bayamo.
Fue el hombre de las mil anécdotas, creadas a su paso con naturalidad e imprimía a todo «el distintivo precioso que tan pocos alcanzan a dejar eso suyo, en cada acción», afirmó Che Guevara.
“Cuando pase el tiempo y aquellos dos años de lucha en la Sierra y aquel primer año después del triunfo sean sólo unas pequeñas líneas, en esas necesariamente tendrá que estar escrito el nombre de Camilo”, sentenció.
OBRA IMBORRABLE
El comandante Camilo realizó, al igual que el Che, la proeza de la invasión a Las Villas; allí se apoderó de las lomas y llanos del norte hacia Yaguajay, donde a los 10 días de encarnizado combate se rindió el cuartel, el 31 de diciembre de 1958.
Sus fuerzas entraron triunfantes en La Habana y ocuparon, el 2 de enero de 1959, el Campamento militar de Columbia, la principal fortaleza de la tiranía, hecho que paralizó un intento golpista de elementos del antiguo régimen.
Los habaneros vitorearon, seis días después, la Caravana de la Victoria y al caer la noche, escucharon desde la fortaleza de Columbia también aquel ¿Voy bien Camilo?, por el líder de la Revolución Fidel Castro, pregunta que pasó a la historia, hecha en su primer célebre discurso al pueblo de Cuba en la capital.
Silencioso, a su lado, en medio del revoloteo de blancas palomas, el aludido no era otro que el joven comandante exaltado por el poeta Indio Naborí (Jesús Orta Ruiz) en versos de su Marcha triunfal del Ejército Rebelde, que desde días antes difundía la radio y la televisión.
“Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos, / alumbran su rostro cien fuegos de gloria”.
Y fulgurante pasó dejando a su paso miles de anécdotas y acciones como la disolución de los cuerpos represivos de la dictadura batistiana (18 de febrero), el derribo de los muros de Columbia, que fue entregada el 14 de septiembre al Ministerio de Educación y convertida en Ciudad Escolar Libertad.
Quizás nada más real, entonces, fue la nueva entrada de Camilo a La Habana, en la mañana del 26 de julio de 1959, al frente de una simbólica caballería invasora que partió tiempo antes de Yaguajay, coincidiendo con una gran concentración campesina en la capital, en apoyo a la ley de Reforma Agraria y a Fidel.
Días antes de su último discurso el 26 de octubre, había abortado en Camagüey un brote contrarrevolucionario.
Esta manifestación de pueblo -dijo muy emocionado ante miles de compatriotas- estos campesinos, estos obreros, estos estudiantes que hoy vienen a este Palacio, nos dan las energías suficientes para seguir con la Revolución, para seguir con la Reforma Agraria, que no se detendrá ante nadie ni ante nada.
«Porque hoy se demuestra que como mismo supieron morir 20 mil cubanos por lograr esta libertad y esta soberanía, hay un pueblo entero dispuesto a morir, si es necesario, por no vivir de rodillas».
Para detener esta Revolución cubanísima, afirmó, tendría que morir un pueblo entero y «…si esto llegara a suceder se harían realidad los versos de Bonifacio Byrne:… Si desecha en menudos pedazos / llega a ser mi bandera algún día / nuestros muertos, alzando los brazos / la sabrán defender todavía».
Dos días después el alegre combatiente, quien era jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde desde el 20 de enero y decenas de veces enfrentó el peligro, desapareció a bordo de un pequeño avión Cessna, en vuelo de Camagüey a La Habana.
En la partida bajo una fuerte tormenta, nada hubo más lejos de una conducta irresponsable; dadas sus enormes responsabilidades, el deber estaba también en la capital acechada por el enemigo contrarrevolucionario.
SURGIÓ DEL PUEBLO Y PARA EL PUEBLO
«…hombres como Camilo Cienfuegos surgieron del pueblo y vivieron para el pueblo. Nuestra única compensación ante la pérdida de un compañero tan allegado a nosotros es saber que el pueblo de Cuba produce hombres como él», afirmó Fidel Castro en comparecencia radio-televisiva luego de dos semanas de intensa búsqueda.
El 28 de octubre de 1959 entró en el calendario de las fechas memorables patrias. Año a año hasta ser una hermosa tradición, millones de cubanos cubren de rosas, de flores de todo tipo, las costas -incluso estando en el extranjero-, y si falta el mar, las llevan a ríos, lagunas o embalses artificiales de agua.
Muchos padres dieron este nombre a sus hijos, entre ellos su amigo y compañero Ernesto Che Guevara; con orgullo lo llevan el Centro internacional de Retinosis Pigmentaria, la Universidad de Matanzas, una refinería de petróleo y numerosas instituciones de diversas funciones (escuelas, calles y fábricas).
La Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos fue construida en el Caney de las Mercedes, Sierra Maestra, e inaugurada el 26 de Julio de 1960.
Casi al mismo tiempo surgió la Ciudad Camilo Cienfuegos, Habana del Este, primer reparto urbanístico edificado por el Gobierno Revolucionario, declarado Monumento Nacional.
Durante bastante tiempo sus padres Ramón y Emilia, ya fallecidos, acompañaron allí los 28 de octubre la marcha de los moradores, principalmente niños y jóvenes, desde el monumento al Héroe de Yaguajay hasta la costa rocosa.
En 1966 fue creada la primera escuela Camilo Cienfuegos, enseñanza primaria y secundaria, para niños y jóvenes varones que la gente empezó a llamar “camilitos”, entre ellos hijos de mártires y combatientes rebeldes.
Los camilitos multiplicados (de ambos sexos) estudian en las escuelas militares preuniversitarias de todo el país y desde 1977 sirven de cantera a la enseñanza superior de todos los cuerpos armados.
De sus andanzas en la Sierra y el llano supieron un buen número de cubanos por la clandestina Radio Rebelde y los rumores de boca a boca en el último año de la guerra revolucionaria, 1958.
Pero en sólo 10 meses de 1959 la fama del guerrillero barbudo copó todos los escenarios y su leyenda se impuso en los siguientes años para la inmortalidad. Camilo Cienfuegos dejó para siempre una huella imborrable en la memoria colectiva popular.
arb/MDV
(*) Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina