Por Marta Denis Valle
Periodista, historiadora, colaboradora de Prensa Latina
El Apóstol de la independencia de Cuba tocó en cada pensamiento y corazón de los distintos factores humanos, los veteranos de la llamada Guerra Grande o de los Diez Años (1868-1878) y la Chiquita (1879-1880), así como las nuevas generaciones de patriotas.
Solo con una organización superior era posible emprender otra vez el difícil camino por la independencia y soberanía, que tantos sacrificios y sangre había costado ya a la familia cubana, comprendió el Maestro.
Así, tuvo la genialidad de fundar el Partido Revolucionario Cubano (PRC), proclamado el 10 de abril de 1892, como frente único, sin intención electoralista y el primero para hacer una revolución independentista. Uno de los esfuerzos más arduos de Martí lo constituyó la elevación del sentimiento patriótico, en la legitimación de la nación cubana forjada en los campos de Cuba Libre durante diez años de gloria y sacrificios, en la primera guerra independentista.
En el periódico Patria, que fundó el 14 de marzo de 1892, transmitió un aliento optimista de combate a la preparación de la guerra de 1895.
A pesar de las dificultades durante los preparativos y el alzamiento, la Revolución se puso otra vez en marcha, luego de una larga tregua.
LA REVOLUCION INDEPENDENTISTA EN MARCHA
Todo estaba preparado pacientemente cuando ocurrió el denominado fracaso del Plan de Fernandina, el 10 de enero de 1895 con la intervención de las autoridades estadounidenses en ese puerto floridano.
En tres pequeños vapores, fletados legalmente, pero con misión secreta, saldrían los armamentos, comprados con los fondos aportados en su mayoría por las capas más humildes de la emigración cubana. Combatientes experimentados arribarían a Cuba para apoyar la insurrección en distintos lugares del país.
Aunque esto pudo retardar la guerra, otra vez se retomó el camino y fue firmada nuevamente la orden de alzamiento por Enrique Collazo, José Martí y José María (Mayía) Rodríguez en representación de Máximo Gómez, el 29 de enero.
El patriota y periodista Juan Gualberto Gómez, representante en Cuba del PRC, tuvo la misión por encargo de Martí de trasmitir la orden de alzamiento a todo el país.
El suceso debía ocurrir con la mayor simultaneidad posible durante la segunda quincena y no antes, del mes de febrero; los conspiradores escogieron el domingo 24 de febrero, primer día de carnaval, ideal para el tránsito en los campos y reunión de personas, incluso jinetes, sin llamar la atención.
«Giros aceptados», respondió Juan Gualberto Gómez a Martí en Nueva York, después de consultar a los conspiradores. Las Villas y Oriente aceptaron; sólo Camagüey informó que no podía iniciar el movimiento, pero lo secundaría después.
Los mayores generales orientales Guillermo Moncada y Bartolomé Masó amanecieron, respectivamente, en la loma La Lombriz y en Bayate. Ese mismo día salieron de Santiago de Cuba veteranos del 68 y nuevos mambises, rumbo a El Caney, San Luis y el Cobre.
Otro grupo asaltó y quemó el pueblo de Loma del Gato. También ocurrieron pronunciamientos en Baire, Jiguaní, en zonas bayamesas y de Guantánamo, (Pedro Agustín Pérez, Periquito).
A finales de mes, unos dos mil 500 mambises luchaban en Oriente.
La situación fue diferente en Occidente: Los veteranos del 68 generales Francisco Carrillo –en Las Villas– y Julio Sanguily –en Habana– fueron detenidos en sus casas y otro de los líderes habaneros de la insurrección, el coronel José María Aguirre, cayó prisionero cuando se dirigía a tomar un tren hacia Matanzas.
El levantamiento en Matanzas también resultó frustrado al fallar una concentración de fuerzas en Ibarra. Allí se quedaron solos y perseguidos Juan Gualberto Gómez, Antonio López Coloma, ambos matanceros, y otros jóvenes que habían llegado de la Habana.
Igual le sucedió a Martín Marrero, en la Yuca, cerca de Jagüey Grande, a Joaquín Pedroso en los Charcones, Aguada de Pasajeros, y a Pedro Betancourt que llegó tarde a Ibarra. López Coloma fue fusilado, mientras Gómez y Betancourt, deportados a España.
En Pinar del Río, sin jefes veteranos, los conspiradores no recibieron la orden de alzamiento.
Nada detendría los acontecimientos durante los próximos meses. El Ejército Libertador tomó fuerza con el arribo en abril de las expediciones de Martí y Gómez, de Flor Crombet, Antonio y José Maceo, y otros experimentados y nuevos combatientes.
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