Junto a él un pequeño grupo de colaboradores, en su mayoría veteranos jubilados de la Aeronáutica, pero no retirados, agrupados en el Club de Aviación de Cuba, que preside el Héroe de la República René González, piloto e instructor de vuelo.
El hangar es el garaje del edificio multifamiliar donde vive la familia Rivera, y allí reposan las alas de cedro rojo para los largueros y pino blanco para las costillas, maderas cubanas reconocidas en manuales de aviación estadounidenses para estos menesteres.
Adolfo Rivera comenta a Prensa Latina que comenzó en estos menesteres desde la década de los 70 del siglo pasado. Pero el sueño de volar y construir aeronaves empezó mucho antes en su natal Cienfuegos, en el centro-sur de la isla.
«Vivíamos cerca del aeropuerto. Por allí empezó esta historia en la cual construí planeadores y aprendí a volar. Era una fiesta familiar cada vez que los hacíamos despegar halándolos por cable. También hice algunos aviones ultraligeros y en 1986 recibí mi certificado de piloto. René González fue mi instructor chequeador».
El AR-9 es una obra artesanal, pero que va cumpliendo los requerimientos del Departamento de Ingeniería del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba. Ya pasó con éxito algunas pruebas y espera ahora por la autorización del forrado de su esqueleto, para luego iniciar las de vuelo.
Lleva en su nariz un motor Rotax 582 austríaco de dos pistones y potencia suficiente para llevar a dos personas y peso máximo de 400 kilogramos. Velocidad mínima de 61 kilómetros por hora y máxima de 145.
Su creador espera con paciencia que llegue el momento de recibir luz verde para las pruebas de vuelo. «Es todo un procedimiento, primero hay que carretearlo. Luego levantas la cola. Posteriormente lo levantas unos metros y finalmente, cuando todo eso esté bien, pues a surcar los aires».
Asegura que su aparato alado puede remontar hasta los dos mil metros y alcanzar una autonomía de unos 300 kilómetros de acuerdo con los tanques de gasolina automotor que cargará en las alas.
El Club de Aviación existe en Cuba desde 1933, dijo a Prensa Latina el ingeniero Miguel Ángel Armas, presidente de la Federación de Aviación Deportiva, a las que se suman otras como la de aeromodelismo, aviación ultraligera, paracaidismo y vuelo libre (parapentes y alas deltas).
Son actividades deportivas y recreativas que tuvieron su época de oro antes que la mayor isla de las Antillas sufriera las fuertes restricciones económicas de lo que se denominó aquí como el Período Especial (años 90).
El presidente del Club de Aviación, René González, reconoce que persisten carencias materiales, pero apuesta a un despegue de los deportes aéreos.
Tenemos nueve aviones ultraligeros rescatados en la frontera y un Cessna producto de una donación que están listos para trabajar en función del Club.
Hemos trabajado con el Estado para podernos financiar con servicios al turismo. Al propio tiempo crecen en el país las actividades de vuelo libre y en ello han ayudado donaciones de amigos. El propósito es rescatar la época dorada de los deportes aéreos.
Así dice González, quien encomia la entrega de Rivera y concluye: Estamos confiados en que el AR-9 volará.
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