Tras abundante y prolongado fuego de cañones sobre un campamento con alrededor de 34 mil ciudadanos de Eritrea, murieron cinco refugiados, muchos sufrieron heridas y otros huyeron, señaló el coordinador de la dependencia de la Administración en Afar, Fasil Gashaw.
Además de los asesinatos, apuntó, hombres armados saquearon el campamento, robaron pertenencias y secuestraron a varias mujeres.
Después de la agresión, las fuerzas del TPLF (siglas en inglés) comenzaron a utilizar todas las instalaciones como una guarnición militar, agregó el representante de la entidad conocida por ARRA.
Gashaw condenó el asalto, “contrario a la ley internacional de refugiados”, y anunció que “el gobierno está preparando un nuevo campo de refugiados en el área de Serdo, donde serán acogidos miles de personas dentro de una semana, como mucho”.
También criticó el ataque el portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Boris Cheshkirov, quien llamó al cese de las hostilidades entre las fuerzas tigriñas y el gobierno en el norte de la nación.
Cheshkirov comentó que “es necesario evitar una mayor destrucción y la posible pérdida de vidas tanto para los refugiados como para los etíopes” y “establecer garantías para poder llevar asistencia humanitaria a todas las personas necesitadas en la región”.
Según reportes oficiales, el ataque ocurrió en el campamento de Barahle, inaugurado en 2009 en medio de la guerra entre Eritrea y Etiopía, sin embargo ACNUR (siglas en inglés) fue informado después de la llegada de los refugiados a Semera, capital de Afar, y otras localidades.
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