Por Maylín Vidal
Corresponsal de Prensa Latina en Argentina
Cuando piensan en Cuba se emocionan, contienen el aliento, lloran. Eladio (Toto) anhela que antes de morir Estados Unidos devuelta la base naval de Guantánamo, levante de una vez el bloqueo económico, comercial y financiero a la isla, y el Reino Unido devuelva a su país las Islas Malvinas.
Llovió mucho desde que Toto e Irene emprendieron un viaje de vacaciones a la mayor de las Antillas. Eran tiempos difíciles. Allí conocieron un hecho que los conmovió: el intento de robo de una lancha en Tarará (Habana del Este), en el que murieron cuatro policías en 1992.
Cuando escuchó aquello Toto, quien recorría La Habana, salió al hospital más cercano a donar sangre para uno de ellos, que fallecería posteriormente -Rolando Pérez Quintosa-, un hecho que emocionó a los cubanos, quienes comenzaron a escribirle agradeciéndole.
La acción generosa había sido reflejada en un diario, en el cual dejó su dirección en Buenos Aires. Comenzaría a forjarse una historia de amor que perdura hasta hoy. Salimos a Cuba, pero volvimos diferente, cuenta a Prensa Latina.
En su casa sita en el barrio porteño de Caballito, justo donde unos años atrás miembros de la última dictadura militar (1976-1982) se llevaron al abogado Mario Yacub (uno de los 30 mil desaparecidos), comenzaron a llegar a borbotones cartas de niños, jóvenes y adultos cubanos.
De ellos supo más sobre el cruel e inhumano bloqueo de Estados Unidos, de las peripecias para resistir ese cerco unilateral. Las cartas acumuladas no las guardaba, las compartía en las tardes, en un parque cercano donde muchos lugareños se acercaban para leerlas y conocían lo que sucedía en la isla que aún sigue bloqueada.
Darían nacimiento entonces a una gran iniciativa para vencer el cerco, “Chau Bloqueo”, con la cual, desafiando todo, él y su esposa junto con otros que se unieron a esa causa aquí, comenzaron a acumular todo cuanto podían -medicamentos, ropas-, para enviar a la isla.
Hoy, con 78 años, Toto nos recibe junto a Irene en Rojas 129, su local-casa de antigüedades donde entre fotos y objetos de antaño conviven imágenes del Ernesto Che Guevara, José Martí, Antonio Maceo, la Virgen de la Caridad del Cobre y tantos tesoros que conservan de esa isla por la que sienten profunda admiración.
Desde hace varios años allí mantienen parte de otro capítulo importante en sus vidas: objetos del primer museo sudamericano sobre el Che y el único en Buenos Aires que fundaron.
Toto relata a Prensa Latina que después de acumular mil 500 cartas llegadas desde La Habana, decidieron abrir el museo en un gran galpón cercano, en octubre de 1996.
Su padrino fue el fallecido Harry Villegas (Pombo), compañero de guerrilla del Che en el Congo y en Bolivia, y resultó inaugurado por Alberto Granados, quien junto al héroe realizó aquel histórico primer viaje en motocicleta.
Granados contribuyó con varias piezas al museo, cuadros, pinturas y sobre todo muchas charlas. Nos trajo obras, pero también su querida presencia y se convirtió en nuestro amigo, relata Toto.
Mientras emprendían su solidaridad a través de «Chau bloqueo», el lugar creció, y por allí desfilaron visitantes de todos los lares, pero muy pocos argentinos, dice. El sitio, que también resultó sede de varios eventos importantes a lo largo de su historia, fue declarado interés de Buenos Aires por el Concejo Deliberante.
Luego vendría la crisis económica, la mitad de los objetos los donaron a las Madres de Plaza de Mayo y la otra las exhibieron en su tienda de antigüedades por donde pasaron también miles de curiosos y varias personalidades.
En aquel mercado con piezas de todos los tamaños y colores, en las que figura una estatua del Che a tamaño completo, entre estampas de Evita Perón, discos de Pablo Neruda y guitarras criollas, muchos conocieron de la persistencia del pueblo cubano en cada batalla.
Supieron del bloqueo, pero también de los cinco héroes prisioneros en cárceles de Estados Unidos, quienes gracias a la solidaridad mundial pudieron regresar a la patria después de cumplir largas condenas en la nación norteña por monitorear acciones terroristas que amenazaban la seguridad de la isla.
Tuvimos que cerrar el museo porque la economía se desplomó, señala Toto, quien junto a su compañera de vida lo instalaron entonces en la tienda de antigüedades y allí recibieron a personas de todas las nacionalidades, entre ellas al escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II.
De Caballito a Guandacol
Hoy, dicen Toto e Irene, llegó el momento de entregar los objetos a dos queridos amigos, quienes levantaron un nuevo museo del Che en Guandacol, en la provincia de La Rioja, donde quedará emplazado a partir del 1 de mayo, una fecha muy significativa.
Comentan que quienes estarán al frente de esta tarea (Ricardo Vilar y Marisin), directores de la revista Aldabón, trasladaron semanas atrás desde la capital la estatua del Che a tamaño real donada al Museo por el escultor Carlos Baños.
Por el camino muchos miraban atónitos la efigie del Che y se acercaban para verla, manifiesta Toto, quien está feliz de la nueva obra levantada piedra a piedra en Jarillas, donde se construyó una especie de casa al estilo de un bohío cubano.
Además de la escultura, el nuevo museo en La Rioja tendrá fotografías, libros, documentos, medallas, numismática, pequeños tesoros que acumularon con la historia de la Revolución cubana.
Estamos felices y sé que el Che lo estaría también porque apreciaba lo humilde, apunta Toto, aunque lamenta que la ciudad de Buenos Aires quede nuevamente sin un museo dedicado al Guerrillero Heroico.
En su charla de casi dos horas, en la cual desparrama historias una tras otra, este amigo solidario de Cuba subraya que nunca olvida lo impresionado que quedó en aquella primera visita a la isla, de su gente, de sus mujeres, de sus niños.
En ese país, dice con voz quebrada, vi un eterno Baraguá, el rostro del Che, y me encontré con mi antiguo sueño de los 15 años; estaba ahí, concreto, era un hecho de vida que lo tenía delante de mis ojos y eso me transformó. Allí llegué y desperté.
Todos nosotros debemos bregar por un mundo mejor, estemos en el país que estemos, apunta Toto, quien casi al final de la entrevista envía un mensaje a los cubanos en estos tiempos tan difíciles y toma para ello prestadas las palabras de un amigo, otro argentino que ama a la isla, el arquitecto Rodolfo Livingston:
“Cuba es como un barco que va enfrentando tormentas terribles, pero la tripulación guiada por Fidel canta mientras atraviesa todas esas tormentas”, expresó Livingston y me tocó el corazón; esos son los cubanos, señala para terminar con un “venceremos”.
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